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Una nueva esperanza

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Kanbei
Veku
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Mensaje  Veku Lun Dic 05, 2016 4:02 pm

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Un Den Den Mushi holográfico proyectaba en una pared completamente blanca la viva imagen del terror. Un fornido carcelero de la marina, armado con dos puños americanos,  hacía repicar el metal de sus recubiertos nudillos contra la mandíbula  de un preso que se encontraba amordazado  en una silla de metal.  Observando cada una de las escenas que se plasmaban en la pantalla, se encontraba un hombre sentado de una gran butaca roja, sosteniendo un vaso de cristal en la que solo quedaban unos hielos medio derretidos. Su sonrisa malévola apenas destacaba  en un juego de sombras que ocultaba parcialmente su rostro.

Los golpes seguían sonando al otro lado de la pantalla mientras la figura que aguardaba sentada en la butaca alzó su  brazo derecho y un sirviendo ataviado con ropajes completamente blancos apareció en la sala.

-¿Aun no ha hablado?-Dijo una voz tenebrosa.

-No mi señor-Contestó con titubeos, la persona que acaba de entrar.

-Continuad apretándole hasta hacerle hablar. Debemos conocer el paradero de el resto de sus compañeros.  Todo el plan se puede al traste por culpa de esa panda de tarados.  Hemos invertido muchos años y demasiado dinero. No les dejaré entrometerse-La palabras iban sonando más duras cada vez, además tensó tanto los músculos  que el vaso que sostenía con su mano, reventó el múltiples pedazos, asustando al sirviente-¿Qué hay del capitán? ¿Habéis conseguido estabilizarlo?

-Si mi señor, los científicos de la marina han llegado Enies Lobby  esta misma mañana y han comenzado con el protocolo sesenta y seis. Su pierna dañada ha sido sustituida por una aleación de metal y...

-¡Suficiente!- Interrumpió  una vez más la voz tenebrosa- Puedes retirarte.

Aquellas semanas en el cuartel general de la marina habían sido un completo caos. Idas y venidas, llamadas a altas horas de la noche. Una de las bandas piratas más conocidas del Grand Line había sido capturada, o al menos dos de sus miembros, el capitán y el cocinero. El resto de la banda se encontraba en paradero desconocido. Pero ¿Cuál era el motivo por el que la Marina estaba tan obcecada con la destrucción de aquella Banda en particular? Es vedad que había molestado a muchos miembros de la marina en sus viajes, no obstante, no eran ni de lejos los más fieros piratas que surcaban el nuevo mundo.

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Un directo de derechas, gancho de izquierdas  y patada en el pecho. Algún diente por el suelo y grandes salpicaduras de sangre. La secuencia se iba repitiendo una otra vez. Día tras días desde que habían sido capturados. Al comprobar la entereza del preso, muchos eran los que pasaban a la habitación de las torturas para intentar doblegar el cuerpo y el espíritu de la bestia Yakuza, la carcajada del diablo, el monstruo de mil brazos, el fiero pero siempre elegante Yamaguchi.

Semanas habían pasado ya de su último día como un hombre libre. Yamaguchi había acudido a Old Man Island para un encuentro desigual que aunque le permitió salvar la vida, no pudo evitar caer en las manos de los perros del gobierno que traicionando su espíritu de piratas se afiliaron a la Marina en forma de Ouka Shichibukai.

Enviado a Enies Lobby sus días se habían vuelto demasiado rutinarios. Con el objetivo de saber donde se encontraban sus compañeros, el Yakuza era  torturado día y noche para que  soltase toda la información que necesitaban de él. Nada tenía efecto en el rubio Yamaguchi, y eso que lo había probado todo. Así que optaron por aislarlo en una habitación en la que  un estridente ruido sonaba continuamente, a un volumen y  tono determinados que provocaban mucho malestar en el que los sufriera. Además intermitente ráfagas de luz  golpeaban sus ojos como cuchillos incandescentes clavándose en sus pupilas. En esas circunstancias pasó el Yakuza las siguientes semanas. Comía y bebía lo justo para no morir. Pese a todas las barbaridades que le hacían, en ningún momento se dejo amedrentar por la marina.

Un día como otro cualquiera en la vida de un recluso, Yamaguchi continuaba en aquella habitación infernal. No obstante se trataba de una fecha un tanto especial. Era normal perder la noción del tiempo en aquel lugar, pero se cumplían exactamente seis meses desde el día que había traspasado esos muros por primera vez. Sin información del exterior, nada sabía de sus compañeros que continuaban en libertad, ni de el capitán de la banda. El lugar en el que el Yakuza se encuentra es una celda  que tiene muy poco espacio, y debido al gran tamaño del rubio, parece más un ataúd en una habitación. Las paredes son completamente lisas y cubiertas de Kairoseki, al igual que los grilletes que sujetan a Yamaguchi por el cuello piernas y brazos. Los días de torturas física habían cesado, pero en ocasiones era la única manera de saber que aun continuaba con vida.

Un militar de la marina se acercó hasta la celda para depositar una bandeja metálica a los pies de la puerta de la celda. Si es que a aquello se le podía llamar comida. El hombre golpeo dos veces la puerta para llamar la atención de Yamaguchi.

-Pirata maloliente, aquí tienes tu comida. Disfrútala pues será la última. En unas horas, cuando caiga la noche, vuestra penosa  vida llegará a su fin. Los preparativos están hechos. Seréis ejecutados ante la mirada de todo el mundo. Será una advertencia clara contra todos los piratas del mundo.

Enies Lobby era conocida por ser uno de los cuarteles de la marina en el Grand Line. Su cárcel estaba equiparada a Impel Down. pero aquella sería la primera vez que se realizase una ejecución pública. La marina pretendía con ese acto amedrentas a los jóvenes aventureros que querían convertirse en piratas por aquellos tiempos. Así que todo estaba preparado. En la entrada principal del recinto carcelario, se había dispuesto una gran peana  que serviría de escenario para el macabro espectáculo que a media noche se llevaría a cabo. Varios dispositivos de comunicación gravaban todo para retransmitirlo a todo el mundo


Las horas fueron pasando y quizás por clemencia, los ruidos y luces en la celda de Yamaguchi cesaron en la media hora previa a que el mismo carcelero acompañado de dos fornidos hombres  hicieran aparición de nuevo para llevarlo hasta la zona de ejecución.

-Abrid la puerta y no le perdáis de vista, os puede  degollar de un mordisco. Recordad que es un usuario de  fruta del diablo, así que si se  pone rabioso, golpeadle con esas  varas de Kairoseki puro-El carcelero agarró del pelo a Yamaguchi- Que pasa cocinero ya no eres tan fiero como los primeros días.. sabes podría liberarte de tus ataduras, yo tengo la llave que te podría sacar de tu cautiverio, pero prefiero ver como te desmoronas de una vez por todas.  Te acompañaré hasta que tu cabeza se separe de tu cuerpo.

Yamaguchi  estaba siendo arrastrado por los angostos pasillos  tutelado por los dos guardaespaldas y por el carcelero. aunque quisiese, el Yakuza no podría  oponer resistencia. El Kairoseki que rodeaba su cuerpo en forma de grilletes le robaba las pocas energías que le podrían quedar después de meses sometido a tortura.

Unos minutos más tarde salieron a la plaza que ya estaba engalanada para ejecutar a Yamaguchi. La muchedumbre que allí se había agolpado comenzó a jalear al preso, quien con cuidado fue depositado de rodillas delante de un yunque, a su derecha otro yunque vacío y un verdugo hacha en mano con el rostro completamente oculto por una capucha de color negro.

-Disfrútalo, este lugar será lo último  que veas-Dijo el carcelero mientras entre la multitud se volvían a escuchar gritos  como los que había recibido Yamaguchi a su llegada-¡Oh! aquí viene tu sorpresa.

Unos segundos más tarde la figura de un hombre rubio  fue colocado al lado de Yamaguchi. Aunque bastante deteriorado, se podía ver claramente que  se trataba de Veku D. Rose, el capitán de la banda de Yamaguchi. Su pierna derecha amputada en otro tiempo, ahora estaba sustituida por una especie de pierna robótica. Veku giró su cabeza al ver a Yamaguchi. Aun tenía el rostro magullado y un ojo morado, además de varios golpes y cortes. Pero aun así mostró su sonrisa.

-Tiempo sin vernos Yama, me alegra ver que no han podido contigo. Aunque realmente no lo dudaba.

El reencuentro no fue todo lo cómodo que dos camaradas  merecían, pero al menos podría pasar las últimas horas antes de la ejecución en compañía de alguien conocido. Quizás la larga espera  fuera mucho peor que la propia muerte

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Existen pocas  cosas que sean peores que  peleas entre camaradas. Lo que un día habían unido la amistad y el desenfreno, ahora se encontraba completamente destrozado por culpa de las tensiones internas que se produjeron en los días posteriores al encarcelamiento de Yamaguchi y Veku. Tiempo atrás, todos habían participado en una guerra, de la que no tenían muy claro como se habían visto envueltos, pero fuera como fuese, el caso es que todos se habían enfrentado a los perros de la marina en la isla de Magallanglares. Algunos con mas solvencia que otros, pero en cierto modo  alcanzaran la victoria.

Solamente Siegrain, el pistolero borracho, había seguido a los ahora encarcelados, hasta la reunión que los enviaría a prisión. Pudo salvar la vida para dar la voz de alarma a sus compañeros. El mensaje fue corroborado por el navegante de la banda.  Dangan Seishi había visto como la marina se llevaba a sus compañeros. De este modo fue como empezó una batalla interna entre los miembros de la banda que permanecían con vida. Las dudas de algunos por acudir en la ayuda de los compañeros caídos, unido a las pocas posibilidades que había de conseguir tal hazaña, provocaron la primera y más cruel de las batallas. Hayate quiso tomar el control de la banda. El espadachín optaba por acudir con premura a la ubicación de Yamaguchi y Veku, para intentar liberarlos. Aunque con alguna duda sobre el proceder del plan de rescate. La postura del segundo de abordo fue apoyada por Seishi. No así, por parte del médico Takeo ni por Sieg. Ambos deseaban rescatar a los prisioneros, pero no creían que el momento fuese el más oportuno. Así dio comienzo la pelea de todas las peleas. Amigos, camaradas y hermanos peleando prácticamente hasta la muerte. El único resultado posible fue la disgregación de la banda. Muchos podrían pensar que en algún momento volverían a unirse. Pero los peores presagios comenzaron a llegar en forma de pésimas noticias. Los rumores de la muerte de Yamaguchi y Veku en la prisión de Enies Lobby, no hicieron más que acrecentar las discrepancias de quienes quisieron acudir en el acto al rescate y quienes prefirieron esperar. Los rumores tornaron en noticias, al aparecer algún que otro reportaje en el periódico sensacionalista de la marina KO Diario. Esa noticia llego a las tres semanas de que la banda se disipase. Lo que no podían saber es que era una divulgación falsa que los altos cargos de la marina habían decidido emitir, para provocar  la relajación del resto de miembros de la banda. Las torturas a las que fueron sometidos el capitán y el cocinero, no habían dado sus frutos para encontrar al resto de la banda así que la marina exploraba otras vías.

Un día antes de cumplirse seis meses desde el fatídico día en Old Man Island. La noticia bomba salto a la palestra de todos los noticiarios a nivel mundial. Yamaguchi y Veku estaban vivos, aunque no por mucho tiempo, pues las marina había decidido ejecutarlos  públicamente y retransmitido en directo para todo el mundo. Veinticuatro horas  en las que unos y otros fueron recibiendo la noticia de múltiples formas, viendo la televisión en alguna taberna, leyendo el periódico local o simplemente escuchando rumores en algunos comercios de la isla en la que se encontraban. La sorprendente noticia afecto a todos los miembros de la banda que permanecían en libertad. El sentimiento de culpa por esos seis meses  de cautiverio sufridos por dos de sus camaradas, era imposible de disimular.

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Todo estaba dispuesto para el gran momento. La plaza disponía de un pódium central en el que los dos cautivos aguardaban su momento, amordazados de pies y manos y con claros signos de deterioro tras seis meses de penurias. A los pies de la peana, la multitud comenzaban a agolparse para ver el espectáculo sangriento que la marina les tenía preparado. Yamaguchi y Veku esperaban su momento, nada hacía presagiar que  saldrían con vida de aquel lugar. Pero al menos lo harían  con una sonrisa en su rostro, pues entre la muchedumbre de gente que se fue acercando a la plaza de ejecución. Comenzaron a escucharse consignas en favor  de los piratas. Rápidamente las fuerzas del orden reprendieron a los exaltados golpeándoles para acallar sus voces. No pudieron hacerlo con un pequeño niño pelirrojo  que en medio de la plaza  y a pleno pulmón, despertó la ira de todos los marines presentes, que rápidamente lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. La frase del joven se clavó en los oídos de los dos prisioneros.

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-¡LIBERTAD PARA LOS YONATA!

Eran tiempos difíciles como se había comprobado en la brutalidad de la marina con aquel niño  que había osado con no seguir la línea marcada por el gobierno. Pocos eran los que en aquella época se atrevían a contradecir a quienes mandaban. Las represalias, como acababa de comprobarse, eran realmente duras.
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Veku

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Mensaje  Kanbei Dom Dic 11, 2016 2:00 pm

Pasaron los días, las semanas, los meses, puede que un año pues el tiempo era imposible de calcular en la oscuras mazmorras de Enies Lobby. Al principio el calendario coincidía con una paliza diaria, intentaban sacarle el paradero del resto de la banda. Cuando se dieron cuenta de que la tortura habitual no era suficiente con él aumentaron el número de sesiones al día, ahí empezó a perder la cuenta. Su cuerpo había sufrido las consecuencias, si no fuese por sus rocosos músculos y el entrenamiento salvaje al que fue sometido de joven habría sucumbido ya a tal castigo. Yamaguchi escupió una mezcla de saliva, sangre y un trozo de muela y con eso dió respuesta a la pregunta que tantas veces le habían repetido. Sus carceleros no sabían que de tanto interrogarlo Yamaguchi ya ni les oía, se concentraba en el dolor, no en anularlo, esa sería la forma en la que tarde o temprano se rompería, sino en dejar que fluyera y le traspasara. Sintiendo el dolor uno se acostumbraba a él, era un suplicio pero el sistema nervioso acababa por aceptarlo. Cuando no sintiera cada golpe u otra forma más creativa de tortura, significaría que estaba a las puertas de la muerte.

Cuando acabaron con él le tiraron el agua de un cubo para despejarlo y limpiarle la sangre de la cara. El siguiente paso del ritual era llevarlo a su celda, para ello necesitaban cinco hombres, la primera vez fueron dos guardias y pese a sus grilletes no se volvió a ver a uno de ellos nunca más. La celda se cerró tras él con un dramático sonido. El sonido de los calabozos eran un conjunto de lamentos desesperanzados, gritos de dolor y goteras. Podía sentir la fría roca en la planta de sus pies descalzos, se sentó en un catre que crujió como si fuera a partirse bajo su peso y recordó el motivo por el que estaba allí, a veces se le olvidaba.

Como recuerdos de una vida pasada vino a su mente la imagen de Veku, el capitán de los orgullosos Yonata, los habían separado al poco de llegar allí, estaba herido y necesitaba atención médica, eso le dijeron. Antes de no volver a ver la luz del sol había sido transportado a la prisión en un barco. Inició un intento de motín pero estaba abocado al fracaso hiciera lo que hicese y solo consiguió empeorar su situación. Más atrás en su memoria, como intentando recordar un sueño recordó un encuentro en una isla de la que el nombre no le vino a la mente. Allí un extraño personaje les condujo a una encerrona, Siegrain les acompañaba y supone que pudo escapar... Keiji, sí, ese era el nombre de la rata traidora. No debía olvidarlo para cobrarse venganza. Pese a todo tenía la esperanza de que sus camaradas lograrían encontrar la manera de sacarlo a él y a Veku de Enies Lobby. Todo cambió cuando le informan de que será ejecutado junto con alguien más.

El cadalso estaba preparado y fue conducido a él entre un multitud que gritaba excitada por la inminente ejecución. Sin embargo los vítores no eran insultos hacia el pirata, ni exaltación hacia la marina, al contrario, no sabía que había pasado en la isla pero los marines no eran queridos en ella y al parecer los piratas que se enfrentaban a ellos eran admirados. Cuando le obligaron a ponerse de rodillas Yamaguchi deseó no tener los grilletes de kairoseki para poder irse al otro mundo por todo lo alto. Ese pensamiento paso a segundo plano cuando Veku apareció por primera vez después de tanto tiempo. Había pensado que estaba muerto, bien por sus heridas o por los carceleros pero era el digno capitán de Yonata y tendrían que separarle la cabeza del cuerpo para acabar con él. Irónicamente eso ocurriría en breve salvo que se diera un milagro.

- ¡Eeeey! Pero mira quién aparece. ¿Te has tomado unas vacaciones de todo esto Capi? - Le dice a Veku cuando lo colocan a su lado. Luego mira al verdugo y le pregunta. - Oye. ¿No tendrás un cigarrillo? Mataría por un pito. A ti sin ir más lejos.
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Mensaje  Sieg Lun Dic 12, 2016 12:34 am

Habían pasado unos días desde que el simpático pistolero de la banda Yonata tuvo un encontronazo con dos de sus otros compañeros vivos. Si, él también quería ir a salvar a Veku y a Yamaguchi, pero... La idea de cargar contra una cárcel de la marina le resultaba ridícula y suicida, y sentía que todavía podía hacer algo más con su vida, todavía era capaz de tener una nueva adicción. Ya fumaba, bebía y se rodeaba de transexuales, pero lo de las maquinas tragaperras era un terreno virgen para él, y ahora gozaba de efectivo con el botín que se había sacado en no se donde que luchara contra el chico rubio que se quedó catatónico ante él. Una persona honesta se hubiera marchado y dejado ahí al chaval con sus cosas de adolescente atormentado, pero Sieg no, Sieg le disparó 8 veces y le robó. ¿Era un sanguinario pirata o un poser que solo quería ver mundo? Un poco de todo, pero lo que era sin duda era práctico. Por eso precisamente lo de cargar contra una fortaleza de la marina como que le daba alergia. Pero no, el puto espadachín y el afeminado francotirador parecían formar parte de una secta suicida y lo del "Nuevo Amanecer" o nombre genérico que pusieran al suicido catártico de aquellos imbéciles se la traía floja. Sin duda eran los que le caían peor, y que le agredieran gratuitamente solo por negarse a suicidarse pues solo hizo que incrementar ese resquemor del falso tuerto. Y, por si fuera poco, Hayate se quedó con las espadas que le había ofrecido como ofrenda desinteresada, bueno, se rió un poco de que una niña les diera una paliza de muerte, pero era un pequeño precio a pagar por una espada de kairoseki. Seguro que le hubiera ido de puta madre a ese capullo contra la niñita violenta. Pero no, mejor le pegamos al borracho y lo dejamos ahí tirado. Sieg todavía tenía algo de honor y ligeras hemorroides por cosas que no venían al caso, así que se marchó sin decir nada con el botín que saqueó de aquella batalla. Había cosas brillantes y demás objetos de valor, así que iba a irle bien con lo que sacara de aquello. O eso pensaba, pues al poco tiempo ya se lo había gastado casi todo. Apuraba los últimos berries en un bar de travestis, no por ningún fetiche en particular, la bebida era barata y algunos de aquellos tíos tenían historias divertidas que contar. Cuando sin que el pistolero se lo esperara, una figura conocida apareció en ese bar de shemales, el puto Takeo. A decir verdad se alegraba de verlo, pues el médico loco fue el único que se puso de su lado al ver que ese plan suicida de los otros retrasados era una puta mierda pinchada en un palo. Eso tenía otras vertientes que prefería no estudiar, pues coincidir en algo con Takeo era preocupante e inquietante, pero ese tarado necrofílico parecía tener más sentido común que los piratas santurrones. Igual el problema era de aquellos dos capullos que ni veían algo tan evidente y no del borracho y el yonki.

-¿Qué haces por aquí? -Se giró para hablar con el perturbado de bata blanca- ¿Esos dos capullos van a suicidarse? -Dio un largo trago de whiskey y golpeó la mesa con el vaso, estaba cabreado- Bah, me suda la polla lo que hagan esos dos hijos de puta... -Pidió otra ronda para él y para su recién llegado amigote, levantando el brazo brindando con él- ¡Por el sentido común! ¡Y por las mujeres atrapadas en cuerpos de hombres pre-operados!

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, ahora era amigo y compañero de Takeo... Y eso era escalofriante pues había escuchado cosas sobre él. Y qué coño, también lo había visto. Había visto cómo miraba los cuerpos de aquellos que mataban, y cómo regalaba "gominolas" a los niños y les susurraba cosas al oído, era repugnante. Pero era su repugnante, creía. Él tampoco era nadie para censurarle, estaba tan borracho que hasta le parecía gracioso, y como no se le levantaba por todo lo que había bebido en su vida, pues era su coartada para evitar cargos por abusos sexuales. Como fuera, ahora aquella extraña pareja iba a convivir un tiempo, tampoco parecían tener nada mejor que hacer. Por ahora no había recibido tocamientos por parte del médico sin licencia, pero iba a dormir con un ojo abierto por si intentaba propasarse. Al final, la compañía de Takeo resultó ser menos censurable de lo que podía pensar, o quizás era que se había acostumbrado a su necrofilia poco disimulada o su adicción a las drogas, pero ya había dicho que no era nadie para censurarle, también tenía sus cosas.

-¡Me cago en la puta! -Leyó el titular de un panfleto de la marina del que no se fiaba, pero aun así atracó el quiosco a punta de pistola para robarlos todos y algunas chucherías- Y... venga, las revistas porno... ¡Rápido!

Cargando con su botín se dirigió al escondite donde vivía con Takeo, sin creerlo del todo, pero preocupado por la noticia. A decir verdad el tiempo transcurría de forma extraña para Sieg, estaba tan colocado que apenas podía adivinar en qué día se encontraba, así que tampoco tenía muy claro cuanto tiempo había estado con Takeo, y cuánto tiempo había pasado desde que ese vampiro de mierda capturara a Veku y a Yamaguchi. Arrojó los periódicos al lado de donde Takeo dormía, se masturbaba, drogaba o lo que fuera que hacía a todas horas y leyó el titular.

-Tiene que ser mentira, esos maricones de la Marina habrían hecho una ejecución pública para que el resto de piratas aprendiera la lección... Además, el director de ese KO Diario es un hijo de puta con cara de cabra que deja a sus hijos en la calle, seguro que se lo ha inventado. -Tiró el diario al suelo y empezó a darle patadas, dejando las hojas dispersas por ahí. Un escena estúpida, pero así eran las cosas- ¿Y si vamos a rescatarlos? Solo por demostrar a esos capullos sentimentalistas que somos mejores que ellos. Pero no como esos dos idiotas querían... -Se acercó a Takeo y se sentó a su lado- Tu y yo somos los más inteligentes de ese grupo, seguro que si usamos nuestros cerebros abotagados por las drogas podemos diseñar un plan perfecto. No como Gayate y Seishi, que querían entrar por la puerta principal para que nos masacraran... Haremos algo grande, intrépido... Algo sexy...

Sorprendentemente Takeo vio con buenos ojos ese plan. A Sieg no solo le impulsaba el dejar en mal lugar a Hayate (bautizado por él como Gayate por robarle las espadas y ni darle las gracias) y el afeminado de Seishi. Veku y Yama le caían bien pero no quería morir por ellos, y cargar contra la base marine sin un plan de ataque más que "salvemos a nuestros nakamas" era una puta mierda. Además, ellos no habían visto al puto vampiro, ese Keiji que traicionó a Yamaguchi y que les capturó, no eran rivales para los Shichibukai, por lo menos en ese momento. El médico y el herrero trazaron un plan complejo, demasiado complicado para mentes inferiores que incluía varias actividades que les fortalecerían en cuerpo y mente para la batalla que se avecinaba. Entre otras cosas, acudieron a un curso de vampirología que impartía un conocido vagabundo Isla Karate en el que aprendieron varias cosas. Entre ellas, que el ajo ahuyentaba a los vampiros, así que Sieg lo incluyó en su dieta, añadiendo un diente de ajo a cada copa que tomaba y poniéndose un collar de cabezas de ajo. Ese Keiji estaba jodido. Por si fuera poco, se apuntaron a un curso de física avanzada del que salió bastante satisfecho, ahora entendía algo más del universo y del mundo, aunque la idea de que el tempo no fuera lineal le parecía una basura, ahora podía disparar mejor al calcular gran cantidad de variables como la curvatura de la tierra, lo que unido a su puntería innata le convertía en un arma mortal. A 3 metros de distancia, sus armas tenían defectos de fábrica que no vienen al caso.

-¡Pues yo creo que con la ecuación de Schwarzchild puedo desarmar a Keiji, con eso y mis ajos! -Gritaba a todo pulmón mientras acudían a la fiesta de la cosecha, que era una excusa para beber y comer y, en su caso, jugar a las cartas- En el curso de joyería despejaré mis dudas sobre la niña que os dio por el culo.

Era un capullo pues siempre que podía sacaba el tema. Ese día, en el curso de joyería, el pistolero mantuvo una acalorada discusión con el profesor, o lo que fuera eso que le gritaba. Afirmaba que el diamante era indestructible, y que nada podía acabar con él. Estaba claro que Sieg discrepaba.

-¡¡Me estás diciendo que si el planeta explota, los diamantes quedarían flotando en el espacio!? ¡¡Eso es ridículo!!

-¡Es la hora de poner los huevos sobre la mesa! -El profesor lo hizo, y Sieg tuvo arcadas, pero aguantó el tipo. No entendió lo que pasaba, pero le había molestado.- ¡El diamante es indestructible!

-¡Y si...!

-¡¡INDESTRUCTIBLE!!

-¡¡MUERE MONSTRUO!!

La clase terminó de forma dramática, con Sieg disparándole en la cara, vaciándole el cargador, al "profesor" llamado Beliar. Al parecer determinado centro de estudios para adultos debía escoger mejor a sus docentes, y vigilar que alumnos no matriculados como él y Takeo se colaran y asesinaran a dichos docentes. El caso era que le sirvió para comprender que el diamante era una puta mierda para luchar contra él, por lo que no haría más bromas sobre eso. Bueno, si volvía a ver a Hayate si, pero solo a él. Y a Seishi, que se joda Seishi por pelota con el segundo a bordo. El caso era que esos dos ex-Yonata se estaban preparando, cuando llegara el día prometido estarían listos para partir caras. De hecho, el pistolero estaba haciendo pesas usando dos botellas (de dos litros, flipa) de whiskey cuando la noticia saltó. Como ya habían deducido, Veku y Yamaguchi estaban vivos, de momento, pues los iban a ejecutar pero... Para eso se habían estado preparando tanto tiempo.

-Takeo, antes me parecías un costroso necrofílico y drogadicto que me ponía los pelos de punta, pero después de este tiempo juntos creo que me caes bien. -Le dio una palmada en el hombro, quizás estaba muy borracho, o muy poco- Vamos a salvarles el culo, ahora somos los más fuertes de la banda... Y tenemos nuestro plan infalible.

Sin duda el plan era la hostia, así que estaba tranquilo, bebiendo tequila mientras llegaban al lugar donde iban a cortarles la cabeza. Una vez desembarcaron, se separaron para cumplir con la estrategia prevista, pero en una de las callejuelas aledañas a la plaza donde se celebraba la ejecución, un letrero llamó la atención del pirata y se sintió atraído por su campo gravitatorio.

-¿Cerveza regional? -arrojó la botella de tequila al suelo llamando la atención de los ciudadanos con su actitud macarra y su capa con capucha gris- ¡Tengo que probarla!

Tenía algo de tiempo hasta que se pusieran con todo lo de la casquería, e igual alargó demasiado aquella inesperada visita no programada, pero a pesar de su legendario aguante, el pistolero salió algo más achispado que de costumbre pero bueno, todavía seguía vivo. Una vez en la plaza correspondiente, se fijó en algo que hasta a él le pareció curioso. La población estaba contra la marina y a favor de sus ex-compañeros... ¿Tanto había cambiado el mundo desde que viajaba con Takeo? Era probable. El caso era que mientras se abría camino entre la multitud hasta ocupar la primera fila de la ejecución, las consignas favorables a los piratas calaron en él, provocando que se animara más que de costumbre. Desde su posición podía ver cómo Veku y Yamaguchi estaban de rodillas junto al verdugo, visiblemente deteriorados por probablemente meses de torturas, cabrones, ahora se sentía algo mal, como una punzante sensación en la nuca. O eran remordimientos o bien la capa que había robado tenía pulgas, no descartaba nada. Al parecer no le habían reconocido por tener la cabeza tapada, pese a su altura fuera de lo normal pero sin ser un monstruo como Yama, mejor, así la sorpresa cuando Takeo saliera de la nada sería mejor. El momento de actuar estaba cerca, pero algo inesperado sucedió. Un niño feo, un niño pelirrojo, gritó a favor de sus compañeros, algo que sumado a lo que ya venía escuchando... Fue demasiado para que el achispado Sieg no iniciara una pelea.

-¡Apoyo lo que dice ese niño tan feo! -Se quitó la capa y la arrojó hacia arriba, saliendo despedida por una oportuna ventolera que le dio un aire cool a su entrada, dejando al descubierto su característico rostro cubierto por el parche y su cuidada melenita. Oh, y su collar de cabezas de ajo y algunos anillos fardones que se había hecho con lo aprendido en el curso-¡Pero con violencia!

Desenfundó una de sus pistolas, la que disparaba balas en vez de rayos, y empezó a disparar contra los marines que maltrataban a la población. Estando a esa distancia iba a poder darles sin problema, alcanzándoles con sus balas explosivas mientras reía por ver como caían al suelo.

-¡Cuando vayáis al infierno decid que os envía Siegrain , de Yonata! -Se giró para apuntar al verdugo- ¡El siguiente eres tú gordito! ¡Me voy a hacer un ala delta con tu papada, puta bola de sebo con patas! -Se iba acercando cada vez más a él- ¡Aléjate de ellos!

No mentía. Pero igual se había venido arriba, esperaba que aquello no interfiriera en lo que debía hacer Takeo. Y si se retransmitía en todo el mundo, seguro que Hayate y Seishi podían ver que Takeo y él tenían más pelotas que ellos dos. Y salvar a Veku y Yama, claro. Y si, ahora disparaba más lejos, la gravedad y el espacio-tiempo no tenían secretos para Sieg.

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Mensaje  Takeo Lun Dic 12, 2016 2:28 pm



Después de abandonar a Seishi y Hayate, sin despedirse más que por una nota en la que se limitó a poner “Adiós”, Takeo viajó en su barco durante días. Se llevó consigo todos sus útiles (inclusive su adorable abrigo de piel de oso panda) y, sin saber muy bien qué hacer, dejó que la corriente decidiera por él. Cuando se aburría de la tediosa melodía de las olas rompiéndose contra el barco, salía a popa y se masturbaba; cuando se daba cuenta que estaba solo y no podía hablar con nadie, salía a popa y se masturbaba; y cuando quería insultar a alguien y no podía porque había emprendido una aventura en solitario, salía a popa y se metía el dedo en el culo. Y cuando no, sacaba su pote de pastillas infinito y se las tomaba vía oral o rectal. Al final, citando a Gandalf, la oscuridad se lo llevó y perdió la noción del tiempo. Las estrellas hendían el firmamento y cada día era largo, como una edad en la tierra. Pero no fue el fin. Sintió vida de nuevo en él. O lo que es lo mismo: hambre. Paró en una isla cualquiera cuyo nombre desconocía y ni siquiera le importaba preguntarlo. A pesar de tener un barco que volaba había preferido ir por mar, así que tuvo que amarrarlo en el primer lugar que encontró. No se preocupó en pagar por ello.

Y bajó. No sabía muy bien dónde ir, así que hizo lo que todo buen pirata debe cuando llega por primera vez a un sitio: preguntar por la guardería y el funcionamiento público de la educación en aquella isla (religioso o laico; segregado o mixto; darwinista o creacionista; errejonista o churchista…). El amable posadero con el que dialogó no supo darle mucha información, pero como que era tan bueno y creía en la bondad humana, invitó al Yamanaka a la trastienda. Le dijo que se sintiera como en casa, que él volvía a la barra a trabajar, pero que se quedase allí un rato… Que ahora avisaba a su hija para que le resolviese todas sus dudas… ¡Y joder si lo hizo! La cosa es que, más que referidas a la administración pública, fueron otro tipo de cuestiones: de rodillas o de pie; dentro de la boca o por la cara en general; con su hermana o sin ella… Bueno, realmente no fueron preguntas de verdad. Cuando te amenazan con un escalpelo y te dicen que si no colaboras matará a toda tu puta familia, actúas con poca libertad. En ese caso, sumando el morbo de tener el padre a un par de habitaciones a distancia trabajando, Takeo quiso ser silencioso. Prescindió del sexo oral y decidió tumbarla contra el suelo y embestirla varias veces con una violencia tal que, como había visto en una ocasión en no sé dónde (en sus memorias, quizás), terminó rompiéndole la columna vertebral a la muchacha. Ya era mayor (según le dijo su padre, “acaba de cumplir los doce años”), así que debía estar preparada para aquel tipo de cosas. Luego de sodomizarla, habiendo tapada en todo momento su boca con sus puños, le dio una buena tunda a la cara. Y luego otra. Y otra. Luego perdió el conocimiento, y por el simple hecho de poder hacerlo, le arrancó uno de sus perfectos dientes (el médico tuvo que morderse el labio al ver aquel hilillo de sangre tan sensual). Le hubiese gustado aprovechar ese momento con la niña K.O. para correrse encima de ella (en su pelo, por ejemplo), pero acababa de disparar todas sus balas y no sabía cuándo volvería a estar disponible su cañón. Tenía prisa. Se despidió del padre, le agradeció la charla con la hija y le compró una empanada de carne que no estaba mal. Quizás volvería mañana a buscar otra.






Decidió pasar la tarde en un cuco teatro de la isla donde unos cuantos humoristas se reunían para un espectáculo sin parangón. El título de la función era algo así como “Dichosos incompetentes” y tenía un formato bastante complejo. Tres viejos se reunían alrededor de una mesa, invitaban a dos colegas suyos y divagaban durante un rato. En aquella ocasión, a los casifamosos Javi Er Crowns, J’av I Er Tired y Pepe Colibrí; se les unían Cucumber Tre y el suniano Kurotsuchi Mayuri. Aquello llamó ampliamente la atención de Takeo, ya que conocía a Mayuri de… Bueno, cosas científicas. Cosas médicas. No habían hablado nunca cara a cara, pero se habían intercambiado correo postal. Uno le hablaba sobre sus métodos de enseñanza en su tierra natal (drogar a alumnos o dejarlos al borde de la muerte, por ejemplo) y el otro, Takeo, le informaba de sus avances en el campo de las drogas. Estaba trabajando duro para encontrar la definitiva y patentar, junto a su colega, un ‘algo’ que te diese un colocón legen… Wait… Wait… ¡Dary! ¡Legendary! ¿A qué nadie esperaba eso? ¿A qué nadie cree que esta broma esté obsoleta?






Tras la actuación, y tras compartir algunos porros light con la gente de por allí, decidió ir a buscar un bar cualquiera en la calle principal del lugar. Lo curioso del lugar es que dicho lugar, en vez de ser un camino recto, era diagonal y cruzaba de una forma muy curiosa la ciudad. Al principio pensó que era efecto del peta, pero cuando preguntó a los demás le dijeron que todo estaba bien. Y así, más o menos, es como decidió detenerse en un local cualquiera: “Club de caballeros”. Por Bajtín, este local me está llamando a gritos. No pudo evitar entrar y ver, con absoluto agrado, un espectáculo de colores y luces que más o menos esperaba (o deseaba). Afortunadamente dentro no había ni puros ni whisky on the rocks… ¡Había travelos! (o travelas, para no ser faltón). Pese al muy científico interés de querer saber si tenían rabo entre las piernas, Takeo no se sintió excitado en absoluto. Pidió, eso sí, un par de copas distintas y un vaso enorme vacío. En vez de rellenarlo de semen, mezcló en el tercer recipiente los dos alcoholes y echó un par de mentos explosivos de su propia elaboración (also known as “metanfetaminas de la casa Aguirre”).



Al poco de empezar a tomar esa bebida de elaboración compleja, una voz se le acercó por la espalda. Al principio Takeo pensó que se estaban confundiendo, pero la familiaridad de aquel tono le hizo sospechar. Al girarse y encontrarse con Sieg, no pudo evitar reír tanto que terminó escupiendo mocos por la boca sin querer.


-¡Sieg! a modo de saludo, cogió una copa vacía y se la tiró a un tío que estaba tumbado al suelo vomitando. Diana (que es, curiosamente, como se llamaba el/la camarer@ que le lanzó una mirada de advertencia)- . Pues la verdad, ni lo sé ni me importa. Dejé a aquellos capullos en una isla para que se diesen por culo el uno al otro. A estas alturas ya deben estar muertos; ya sea por sífilis, por creerse Rambo o porque las medicinas que les di eran homeopatía. Así que… ¡Por el sentido común!

Takeo no se unió al segundo brindis, pero, eso sí, sí bebió. Mucho. Fue algo que se repitió durante largos días, donde el alcohol y las drogas se combinaban en un variopinto arcoíris de colores. Jamás decían que no. Bueno, excepto en una ocasión… Fue en esa misma ciudad y es una historia no digna de contar. En un bar cualquiera de borrachos (se distinguía de los bohemios por la absoluta falta de luz y de pedantes con barbas y gafas), una joven quería invitarles a una ruleta de chupitos con absenta de por medio. Sus ojos decían que era una zorra pero, por el color rojizo y el tintineo de las manos, Takeo supo reconocer los efectos de la droga barata que esnifas en el baño. Así que Sieg y Takeo rechazaron, como dos caballeros, su oferta: No se tienen que aceptar drogas de extraño. Cualquier ciudadano debe poder procurarse sus sustancias nocivas y, cuando no, esperar al menos algo de personal con título de manipulación de alimentos. Y aquella muchacha no lo tenía. Así que no a sus drogas, no señor. Era demasiado mayor para que Takeo quisiera follarla y con demasiados órganos sexuales (en rigor, uno) para que Sieg pudiese cumplir con la tarea. Y dado que no era francesa (¿WTF?) la dejaron allí. O ella los dejó a ellos, no importa. El resumen es que esa noche bebieron y no follaron. Durmieron juntos en su refugio, sí, pero en camas dobles separadas.

-¿Qué pasa? Sieg despertó a Takeo. Le lanzó a la cara un ejemplar de KO Diario, famoso por ser impreso en papel de baño (era la única manera que tenían de vender sus números). El sensacionalista articulista hablaba de noséqué puto complot contra Yonata y decía que Yamaguchi y Veku seguían con vida. No daba mucha credibilidad a aquella información pero, al menos, consiguió sorprenderlo-. Si están vivos, deberíamos montar un plan. Entrenar y esperar a que un día se produzca un evento multitudinario que justifique toda esta preparación. Pero ahora… Tenemos un largo camino.





A diferencia de lo que haría una persona normal, Sieg y Takeo no entrenaron con corderos. No hicieron pesas con ellos ni flexiones. Asistieron, por ejemplo, a un congreso de vampirología y física organizada por la prestigiosa facultad de verdadología de la politécnica cristiana. Allí aprendieron los principios básicos por los que se tiene que regir todo aspirante a Van Helsing pero, sobretodo, fueron instruidos en física avanzada. Takeo aprovechó aquel congreso para poner en valor sus investigaciones sobre el tejido del universo, y tras unas cuantas que más que interesantes charlas, dio con el resultado. Así, después de años de estudio y de bocetos en papeles arrugados, desentrañó la forma del universo. Tenía forma de rosquilla. No quiso decirle nada a Sieg, pero un día que él no estaba, decidió ponerlo a prueba.

-Bien… Experimento 23ERT-2. Voy a iniciar un nuevo intento de viajar entre universos. Después de descubrir que el nuestro tiene forma de rosquilla, he deducido que en el centro del mismo está el agujero que me permitirá viajar por el cosmos. Ahora, solo tengo que proyectar un portal que me conduzca hacia allí y tendré acceso a la teletransportación entre universos. no se había traído una grabadora, pero era necesaria esta explicación. También lo era informar que había preparado un dispositivo difícil de describir (así que paso de hacerlo) con una tostadora y una licuadora que, al activarse, hicieron un ruido extraño. No tardó en aparecer una sustancia plasmosa del tipo portal interdimensional, y arrastrado por la fuerza que ejercía, Takeo dio el salto. Si aquello salía bien, podría rescatar a Yamaguchi y Veku sin mayor problema (si aquello salía mejor, podría salvarlos y quedarse a vivir en un universo donde Seishi jamás hubiese nacido o en el que el otro Takeo ya le hubiese asesinado). Pero no fue así.

El viaje funcionó, por supuesto… Pero no como esperaba. Aterrizó en un lugar oscuro, con poca luz que nada tenía que ver con el sitio donde quería llegar. Takeo se encontró a un grupo de jóvenes fornidos que, después de charlas e intercambio de cigarrillos, le dijeron que estaba en una extraña prisión de nombre gutural. Llevaban consigo varios cadáveres y tecnología de difícil descripción, y dado que el médico parecía resuelto a volver al lado de Sieg, se despidieron cordialmente. Empezó a recoger restos de cosas que había al suelo para volver a abrir un agujero de gusano cuando, de golpe, escuchó voces. Se escondió detrás de una extraña escultura y, por primera vez, se percató de unos extraños y pútridos cadáveres expuestos en cruz (“la mejor de las torturas”). Nervioso, empezó a buscar entre sus bolsillos… Y no encontró nada. Darse cuenta de eso le agitó todavía más y, sin pensarlo mucho, se puso a correr hacia ellos.


-Me he equivocado… Me he equivocado de prisión. De mundo. De dimensión. ¿Dónde estoy? ¿Dónde coño están mis pastillas? las divertidas y aburridas consecuencias que se sucedieron, nos las podemos callar. Resumiremos informando que Takeo se alejó del grupo, y poco después, a causa de lo que más tarde llamó como el “efecto rebote”, fue llevado de nuevo a la ciudad de donde había partido. No le busquéis el sentido, sólo estoy resumiendo. Por lo tanto, alejémonos de ese viaje a otra dimensión (a Gagarin, por si no había quedado claro) y desdibujemos el congreso de vampirología y física. Haremos lo mismo con el curso de joyería (donde Takeo pudo lucirse enumerando todas las propiedades del diamante; reales o no). Centrémonos, brevemente, en otros dos momentos.

El primero tiene que ver con un retiro espiritual. Todo el mundo sabe que antes de la batalla, todo guerrero necesita un momento de meditación para conocer su yo interior y fortalecerse (aparentemente, porque luego no pasa nada). En su caso, después de subir una montaña muy alta, Sieg y Takeo estuvieron retirados del mundanal ruido y aprendieron a cazar moscas con palos y a servir el té sin derramarlo. Además, el Yamanaka conoció a un monje calvo con el que intercambió distinta información y preocupaciones. Debatieron sobre la necesidad del olvido en la repatriación de la construcción social de un ideario común en una sociedad posbélica. A pesar de que no llegaron a una conclusión tácita, sí acordaron una cosa: La violencia siempre era la solución. Es por eso que el sabio monje compartió con Takeo el secreto de uno de los pergaminos más bien guardados de aquel templo. El pergamino definitivo. Impresionado por tal belleza, el Yamanaka juró cumplir con aquello y, durante los meses previos a ir a liberar a Veku y Yamaguchi, estuvo entrenando. Lo hizo en secreto para que Sieg no lo viese, perfeccionado su técnica. Estuvo entrenando. No le dijo nada.

El segundo episodio que yo quiero destacar, es un viaje a un parque acuático. Fue después de lo del curso de joyería y fue tan arbitrario como gustoso. Por un lado estaban los toboganes de agua y, por el otro, los vestuarios infantiles. Era fácil hacer tocamientos en caídas múltiples donde se unían colchonetas; era sencillo secuestrar a una niña perdida y mientras le prometías que la llevabas a recepción; y, por supuesto, era posible ver los cuerpos semidesnudos. A muchas madres no les importaba que sus hijas se pasearan sin bañador o que se cambiaran en cualquier lugar del parque. Lo mejor de todo, sin duda, era la gran cantidad de helados a los que Takeo tenía acceso en ese lugar… ¡Un reclamo la mar de dulce!






Y ya. Termino aquí porque si no esto se hará eterno. Fueron unos meses muy divertidos en los que se sacaron muchas fotos y empezaron a organizar un álbum familiar relleno de purpurina y corazoncitos hechos con rotulador. Pero, al final, la noticia saltó. Como habían sospechado, Yamaguchi y Veku estaban vivos… Y los iban a ejecutar. Con Sieg habían trazado un plan infalible que, con su nueva técnica, no podía fallar. Pero su nakama no sabía nada: prefirió guardárselo en secreto.


-No digas tonterías, yo no me follo a muertos. ¿Sabes lo desagradable que es morder y que no salga sangre? No me va eso. Pero tienes razón: tenemos que ponernos en marcha. y viaja que viajarás, llegaron al lugar maldito. Con tal de que no lo reconociesen, Takeo decidió volver invisible su pelo (ahora parecía calvo, fíjate tú) e hizo desaparecer algunas capas de piel en su mejilla derecha. Allí pasó a verse una mancha rojiza tipo lo que hay debajo de la epidermis; una posible herida que podría tener un guerrero cualquiera. Nadie en el mundo, salvo sus compañeros, sabía que tenía el poder de la invisibilidad. Antaño había usado un generoso truco para ocultarlos a ellos también repartiendo pegatinas de ADN. El truco molaba, así que decidió ocultarle una en el bolsillo de Sieg (sin intención de tocarle el paquete, pero son cosas que pasan).

La gente, en lugar de vitorear la muerte de los reos, parecía ponerse al lado de los Yonata. Un niño gilipollas dio el primer salto y pidió la libertad para Veku y Yamaguchi y Sieg, siempre tan teatral, empezó con la función. Takeo no recordaba quien se suponía que debía hablar primero, pero daba igual. Ahora era su turno.
 

-¡Tengo una bomba! se abrió el abrigo de piel de oso panda, mostrando como todo su tronco estaba recubierto por… Por… Bueno, no era dinamita pero lo aparentaba. En realidad eran salcichas (¡saaaaaaaaaaaaaalchipapa!) pero seguro que nadie notaba la diferencia (además, las había comprado a un moro, así que seguro que eran explosivas y jodían la tripa durante varios días). Para emular un detonador, robó un pote de mostaza en un burguer y lo pintó de negro (el pitorro de rojo, por supuesto). Daba el pego.

Sieg empezó a disparar. Takeo, tentado de sacar su bazooka y hacer lo mismo, decidió empezar a andar entre la gente. Muchos se apartaban temerosos del explosivo pero, algún que otro valiente/gilipollas, decidió acercarse y hacerse pasar por héroe.


-El viento está cambiando… Es distinto. el Yamanaka pudo cerrar los ojos. Era el momento. Ahora era uno con el mundo y el mundo era uno con él. Se había convertido en la gota que se vierte en el océano y en el silencio que viene después de la tormenta. La flor que nace y a la que llaman por su nombre antes de florecer; el refresco al que llamamos bebida sin haberlo tenido que tomar (todavía no lo hemos bebido, no señor). Las cenizas del fuego. Esa extraña mirada, esa cámara lenta cuando alguien se acerca al entreabrir los ojos. Ese movimiento con la mano libre, que entre los infinitos bolsillos de la bata y el abrigo (calor no, lo siguiente), encuentra el arma definitiva. La saca. Se la enseña al tipo que corre hacia él. Los dos se paran y él ríe al ver una flauta de madera. Takeo salta hacia el otro y se la clava en el ojo tan hondo que, cuando retira el instrumento, se lo arranca. Chorrea sangre del agujero, de los tendones o lo que sea que conecte el globo ocular con el cuerpo. Hay ese hilillo rojo de carne colgando y las manos y los dedos del marine que se cubren su cara mientras grita; mientras se estremece; mientras se muere. Porque muere. Takeo le ha atacado con una flauta.  

-¡He estado entrenando estos meses para hacer flautas!

Y ahora, manos arriba: en la derecha, una flauta; en la izquierda, un pote de mostaza que se hace pasar por detonador.
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Una nueva esperanza Empty Re: Una nueva esperanza

Mensaje  Seishi Mar Dic 13, 2016 12:55 pm

Ennies Lobby
Seishi Dangan| Moomba
En lo alto de un cabaña perdida en la montaña se encontraban dos siluetas. Una de ellas acurrucada junto a la lumbre de una hoguera. La otra sentada frente a una mesa con varios planos desenrollados sobre la mesa. El lugar estaba repleto de cajas amontonadas unas sobre otras. El olor a metal y a pólvora de aquel lugar era más que evidente. Ahí se encontraba Dangan Seishi, quien durante los últimos meses había actuado de guardabosques en aquel lugar en el que había decidido asentarse junto al pequeño Moomba.

-Sabía que esto me sería útil algún día.

¿Cómo había llegado hasta allí? Todo se remonta al momento en el que Sieg y Takeo se amotinaron ante las órdenes del subcapitán Hayate. Fue una batalla en la que Seishi no había querido participar. Entendía las razones por las que sus compañeros no querían hacer un asalto frontal para rescatar a sus compañeros presos, pero también comprendía que Hayate creyera necesario intervenir cuanto antes. Además, era el capitán en funciones, su palabra era ley. No obstante, aquella no fue la forma correcta de proceder con todo aquello. Aquellos dos Yonata terminaron marchándose, dejándolos tan solo a ellos dos para intentar rescatar al cocinero y al capitán de las garras de la marina. Si antes la misión resultaba difícil, ahora era imposible. Seguían sin plan. Seguían sin fuerza necesaria. Un ataque directo era más suicida si cabe. No, Seishi no estaba de acuerdo con ello y no estaba de acuerdo con las maneras de proceder de Hayate. Comprendió entonces que debía haberse puesto del bando de Takeo y Sieg, que pese a sus adicciones y delirios mentales, habían sido los más centrados y coherentes de todos ellos. Tal vez si lo hubiera hecho las cosas habrían ido por otro cauce.
Una última discusión con Hayate fue todo lo que hizo falta para que Seishi cogiera a Moomba y tomara un rumbo distinto al del espadachín.

No iba abandonar a sus compañeros, pero no iba a actuar de forma temeraria y necia. No era propio de él. Un plan bien estudiado era lo que necesitaba. Durante las siguientes dos semanas consiguió reunir planos de Ennies Lobby y de distintos lugares relacionados con la marina. Estaba estudiando dichos mapas cuando la fatídica noticia llegó a sus oídos: Veku y Yamaguchi habían muerto. Aquella noticia le golpeó muy duro. Había sido demasiado lento. ¿Se había vuelto a equivocar? ¿Tendría que haber ido con Hayate en un intento kamikaze? ¿Se sentiría mejor así consigo mismo? Durante la siguiente semana Seishi apenas salía del Highwind. Su dieta pasó a basarse principalmente en vodka. En mitad del mar podían escucharse explosiones de tanto en tanto. Disparos. El sonido de las explosiones y el olor de la pólvora mantenían su mente distraída. Finalmente fue Moomba, siempre pendiente de él, quien le sacó de su estado de trance. La criatura se acercó a él, acurrucándose a su lado, pidiendo mimos. Seishi no era el único que echaba de menos a sus compañeros. Pero no estaba solo, se seguían teniendo el uno al otro. Abrazó al rojizo peluche antes de decidir volver a ponerse a los mandos del navío.


-Buscaremos un nuevo hogar, Moomba. Saldremos adelante. Tu y yo, juntos.

Así es como por azar llegó hasta una isla que precisaba de un guardabosques, posición que decidió ocupar sin pensarselo demasiado. Había sido marine, había tenido su propio negocio, había sido pirata y ahora se dedicaba a custodiar y proteger los bosques de aquel lugar. En el fondo aquello era algo que le pegaba a alguien como él que siempre quería ayudar a los demás. Además le ofrecían una cómoda cabaña donde descansar lo suficientemente grande y cómoda para ambos. Era una vida sencilla y tranquila que él podría mantener hasta el fin de sus días. No parecía mal plan. Muy apropiado. Tal vez era el justo final tras su vida de aventuras.

Y así vivió durante varios meses hasta que una nueva noticia llegó a sus oídos: tanto Yamaguchi como Veku seguían vivos e iban a ser ejecutados en breve. Esas palabras hicieron que algo en él despertara, algo que llevaba meses latente y dormido. No, no podía conformarse con la vida que llevaba. No iba a dejar que sus antiguos compañeros finalmente sufrieran aquel destino. O al menos no lo consentiría sin plantar cara. Ya había perdido demasiadas oportunidades. Muchas discusiones. Muchas indecisiones. Esta vez no iba a dudar. Aunque le costara la vida, iba a intentar rescatarles.

Salió corriendo hasta la cabaña y sacó los planos que consiguiera meses atrás, estudiándolos, analizando cada una de las esquinas.


-Si... creo que lo tengo.

Recoge sus cosas y sale junto a Moomba hacia el Highwind. Tenían un viaje pendiente.

La primera parte de su plan consistía en atracar la nave en Ennies Lobby, dejando a Moomba a bordo del "LowEarth". Si, había colocado una pegatina sobre el nombre del barco para "cambiarle" el nombre. Tal vez era una tontería, pero por probar que no quedara.


-Cuando escuches la señal, ya sabes lo que tienes que hacer. Te voy a dejar con todo esto. ¿Cuento contigo para que defiendas el barco?

-¡Moomba!

-Así me gusta.


Seishi le acaricia la melena a la criatura a quien deja con un buen surtido de BIMs y armamento. Meses en aquella cabaña le habían dado grandes cantidades de tiempo con las que había podido fabricar ingentes cantidades de explosivos. Le había enseñado a Moomba a utilizar la mayoría de ellos, incluso a disparar los cañones del "LowEarth". No brillaba por su puntería, pero sabía que podía contar con que el pequeñín hiciera todo lo posible por defender el hogar de los Yonata. Ahora Moomba sería uno más, lucharía junto a los demás... aunque fuera a su manera.

Ataviado con una túnica y con el rostro cubierto por una capucha, el francotirador comenzó a pasear por el lugar. Se había memorizado la distribución del lugar y sabía perfectamente donde debía situarse. Aunque aún quedaban horas para la ejecución, los curiosos ya empezaban a llegar.

Su primera parada fue en el lugar donde se celebraría la ejecución. Observó el enorme podium central donde las cabezas de sus camaradas rodarían si no era capaz de impedirlo. Se acerco a uno de los pilares laterales, dejando caer un pequeño BIM a su lado, de manera disimulada. Caminando como si no fuera con él se acercó al otro lado, repitiendo el proceso. Con aquellas BIMs remotas sería capaz de reventar los pilares de aquella construcción cuando él lo creyera oportuno. Solo necesitaba apretar un botón y aquellos diminutos cacharros estallarían.

Se marcha de aquel lugar al que no volvería a acercarse, al menos hasta que la ejecución comenzara... y si su plan no tenía el éxito que hubiera querido. Marchó hasta cierta distancia donde se acerca a unas escaleras. Se arrodilla en el suelo dejando otro de sus inventos, en este caso un pequeño mortero de control a distancia. Lo deja al lado de las escaleras, intentando que no sea fácilmente visible. El francotirador observa el brazalete que lleva puesto, y más concretamente una pequeña pantalla de cristal que hay en él. Aprieta unos botones y el mortero empieza a cambiar su inclinación.

-"Así está bien."

Para que todo fuera bien, el Dangan necesitaba distracciones. Muchas. Los marines no debían saber desde donde llegaba el ataque. Las explosiones al pie del lugar de ejecuciones. Un bombardeo desde el este... Ya solo quedaba que él ocupará su posición. Llevaba con él un rifle bastante especial. Por absurdo que pareciera, era capaz de acertar a objetivos hasta a 15km de distancia. Casi tan absurdo como pistolas que apenas podían disparar a más de 5 metros de distancia. De disparates está lleno el mundo. A pesar de todo, no decidió quedarse a tal distancia prudencial. Estaba trabajando solo y desde tan lejos sus posibilidades de ayudar a sus compañeros en caso de que algo no saliera bien, y era muy fácil que algo no saliera bien, eran bastante escasas.

Sigiloso y hábil, Seishi alcanza una azotea a unos 800 metros del  lugar. Desde ahí tenía un campo de visión perfecto y claro. Acopla el rifle a un soporte contra el suelo y se tumba mirando a través de la mira. Aún tuvo que esperar media hora antes de que sacaran a Yamaguchi ante el público, seguido poco después por Veku. Se les veía claramente desgastados. Aquellos meses no lo podían haber estado pasando nada bien. Seishi contuvo las ganas de disparar en aquel momento. Aún no estaba todo bien situado.

-"Confío en ti, capitán."

Habían varias cosas a tener en cuenta. Debía eliminar a los marines que se encontraban cerca de sus compañeros, a ser posible todos de una. Gracias a unos proyectiles muy concretos, obra de Sieg, se veía capaz de lograrlo. Luego debía liberar a Veku de sus grilletes. Su intención no era desatar una guerra abierta contra la marina sino liberarles. De haber sido así intentaría soltar antes a la mole del cocinero, liberar al berserker ante los enemigos, pero el francotirador consideraba que las habilidades del capitán serían más útiles para la situación. Se preparó para realizar el primer disparo que neutralizaría a los marines. Solo necesitaba que ese diera un paso más al frente y estarían todos en posición para efectuar su disparo.

Pero las cosas nunca salen como uno las tiene planeadas. Un niño del público parece gritar algo que enfada a los marines, aunque lo más sorprendente es lo que sucede justo después. Mirando a través de la mirilla, Seishi no daba crédito a sus ojos. Sieg se encontraba entre el público, descargando el cargador en los marines que empezaban a golpear al público.

-"Pero qué..."

Luego ve otra figura causando el caos por ahí. A pesar de aquella calva, el chaleco de perritos calientes y el apuñalar en el ojo a un marine con una flauta no deja lugar a dudas de quien se trata.

-"Puto Takeo... Están locos."

A pesar de eso, esas palabras las piensa con una sonrisa en los labios. En ese caso les dejaría a ellos a los marines. Él les cubriría la retirada. Apunta a los grilletes del capitán. Concentra su haki en el arma. Contiene la respiración para que su pulso se mantenga firme y estable. Lo último que necesitaba es ser responsable de lisiar aún más al capitán por un tiro erróneo. Dispara una ráfaga de haki que pretende cargarse aquellos grilletes. Con Veku libre, éste debería poder usar sus poderes de teletransportación para sacarlos a todos de allí. Sin quitar el ojo de la mira para no perderse detalle, aprieta un botón de su brazalete, automáticamente el mortero empieza a disparar sus proyectiles contra la parte posterior del lugar de ejecución. Otro botón y las patas delanteras que sirven de soporte para el lugar de ejecución reciben la explosión de las BIM que había dejado en el suelo. El francotirador sigue mirando a través de la mirilla por si acaso necesita abatir a algún marine que se acerca demasiado.

En otro lugar, en el "LowEarth" un pequeño Moomba escucha las explosiones. Enciende unos cohetes con unas cerillas. Poco después, y con un silbido, éstos ascienden a los cielos, estallando en el punto más alto. La insignia de Yonata queda dibujada en el cielo con fuegos artificiales.

   


   

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Una nueva esperanza Empty Re: Una nueva esperanza

Mensaje  Dart Dom Dic 18, 2016 2:25 am

¿?

El sonido del Den-Den Mushi reverberaba con fuerza sobre las duras paredes llenas de imperfecciones, pero su empeño por derrumbar el silencio que gobernaba aquella fría cabaña no duró mucho tiempo. Una mano decidida descolgó el auricular, y una voz profunda e inexpresiva habló pausadamente, liberando las palabras que llevaban revoloteando en su mente más de dos horas.

- ¿Te has enterado? – Al otro lado, a cientos de millas de distancia, una voz tan entusiasmada como comedida asintió con claridad. – Ya no podemos retrasarlo más, tenemos que ponerlo en marcha esta misma noche. – El locutor se detuvo, escuchó con la impaciencia propia de quien ve sus planes violentamente alterados y respiró hondo. – Bien, mantenme informado. – Y entonces colgó.

El hombre se puso en pie de un salto y miró una vez más aquello que llevaba horas inmóvil sobre la vieja mesa. El miedo atravesó una vez más su mente, haciendo añicos algunos pensamientos recientes que apenas acababa de concebir. Seguía confuso, alterado, empujado a hacer claudicar su infinita paciencia. Casi medio año había pasado desde que aquellos sentimientos corrompidos por la insensatez habían sido enterrados en una solitaria playa. Y ahora parecían volver, más fuertes.

Decidido al fin, tal vez rendido ante la evidencia de que siempre habría cosas que escaparían a su control, se alejó de la mesa. Necesitaba aire fresco.

Hayate D. Gilgamesh recogió su katana y salió al exterior. Mientras, el viento se había colado en la estancia y se afanaba en arrollar las ligeras hojas de un periódico. Los nombres de dos famosos piratas encarcelados volaron junto a la portada del diario. La Muerte los había señalado, pero hacía tiempo que carecía de control sobre sus huesudas extremidades.

Fuera, respiró profundamente.

La vida no había sido fácil para un espadachín errante. Él, que había nacido solo y soportado el peso de la pobreza, el hambre y la enfermedad. Él, que había crecido en un vertedero, asesinando para sobrevivir y robando para evitar la desnutrición. Lo había pasado mal, tantas veces hundido en el barro de la sociedad, al borde de la miseria; y sin embargo nunca había sentido tanta impotencia como entonces, cuando sus nakamas se esfumaron de repente. Algunos por culpa del gobierno, otros por culpa de su orgullo propio; pero todos por errores que Hayate estaba seguro de haber cometido. No había sido un buen compañero, y desde luego no había sido un buen líder. Sí… Había fallado, y no había pasado un solo día desde que la soledad más absoluta lo había abrazado sin que se lamentase por ello. La culpabilidad lo había atormentado cada una de las noches que había vivido desde entonces.

Volviendo la vista al pasado, el encarcelamiento de Veku y Yamaguchi había sido un duro golpe para ellos, pero ninguno de los miembros restantes de la tripulación había conseguido reunir los argumentos necesarios para alzarse con la voz cantante. Lejos de fortalecer sus lazos, su incapacidad para ceder ante los planteamientos ajenos les había asestado el golpe definitivo; pero incluso Hayate, aún sabiendo que todo se podía solucionar con una mera disculpa, había decidido seguir su camino en solitario. Después de todo era orgulloso, y que supiese aceptar sus errores no implicaba que estuviese dispuesto a arrodillarse para corregirlos.

En aquel fatídico día la banda Yonata se desintegró, y Hayate se recluyó donde solo su conciencia podía molestarlo. Todo pareció quedar en calma de pronto. Veku y Yamaguchi fueron dados por muertos, aunque nunca se presentó una sola prueba de ello. Yonata fue derribada, silenciada, aparentemente extirpada de la conciencia colectiva. Hayate nunca volvió a encontrarse con ninguno de sus compañeros, pero en las más profundas estancias de su mente nunca dejó de tejer un plan. Y ahora había llegado el momento de ponerlo en marcha.

Volvió a la cabaña y recogió el resto de sus pertenencias: sus fieles katanas, mil y una veces melladas y devueltas a la vida tras largos entrenamientos; sus venenos, ahora más mortíferos y efectivos que nunca; y los pocos objetos personales que conservaba como recuerdos del pasado. Aquellos seis meses le habían dejado tiempo para pensar, pero solo llevando su cuerpo hasta el límite pudo soportar la penitencia de sus remordimientos. Se había hecho más fuerte, tal vez más como un parche para sus propias heridas que para la consecución de un fin. En cualquier caso, estaba preparado.

El Den-Den Mushi volvió a sonar.

- … - Las noticias que llegaban desde el otro lado no eran del todo buenas. – Entiendo. Supongo que era inevitable. No, no interfieras. Tienen tanto derecho como yo a participar en esto. Tal vez lo echen todo a perder, pero no puedo poner en duda sus intenciones. No otra vez. Déjalos ir.

Colgó, y recuerdos de tiempos mejores tiñeron sus pupilas. Aquello no iba a ser fácil. Para nadie.


Enies Lobby

El bullicio de las calles era evidente, se oía, se sentía… era un ente casi palpable. El olor de la muerte flotaba en el aire, y tal era su influjo que la gente era inconscientemente manipulada por él. Interrumpían sus quehaceres y desobedecían a la rutina a la que llevaban años rindiendo pleitesía. Era un fenómeno curioso, macabro… cómo personas que creían albergar más bondad que malicia en sus corazones lo abandonaba todo por asistir a una ejecución pública. Observarían la roja sangre con un halo de satisfacción sobre sus inocentes cabezas y luego volverían a casa sintiendo que se había hecho justicia. Nada cambiaría en sus vidas, salvo aquel breve instante en el que creyeron sentirse partícipes de un acto que mejoraría el mundo.

Hayate observó la marabunta desde la silenciosa azotea. El viento soplaba con fuerza en aquella altitud. De pronto volvió la cabeza hacia las sombras que proyectaba el edificio contiguo. No estaba solo.

- ¿Lo habéis sentido? La gente apoya esto… Aplauden con satisfacción cada decisión de esos perros del gobierno. Pero eso pronto terminará. – Las figuras se acercaron a Hayate. Eran tres, tan dispares como centradas en un objetivo común. – Pronto empezará, debemos tomar posiciones.

Segundos después la azotea volvía a estar vacía. La improvisada plaza sobre la que se había erigido la plataforma de ejecución, sin embargo, se hallaba repleta. La gente se agolpaba sobre los adoquines y contenía el aliento, hasta que los reos hicieron aparición. Caminaban custodiados por una impaciente comitiva, desnutridos y magullados, apresados por robustas cadenas de kairoseki. La gente respiró al fin aliviada al contemplar a los protagonistas, y algunos incluso comenzaron a proferir inesperados gritos de apoyo a los piratas. Hayate sonrió ante el inesperado recibimiento, desenvainó su arma y se dejó caer. Su katana hendió el aire y dos cuerpos se desplomaron. Media docena de armas de fuego se alzaron entonces hacia él, pero ninguna fue disparada. El comodoro de la marina Albert Ruttinger se giró lentamente y sintió un frío y afilado filo sobre su garganta.

- Bonito palco, comodoro. Me preguntaba quién sería el afortunado que disfrutaría de esta vista privilegiada, y resulta que has sido tú. – Hayate sostenía la katana en alto, presionándola ligeramente contra el robusto cuello del comodoro. Lo reconocía, había estudiado el nombre y el aspecto de todos y cada uno de los oficiales de la Marina. Abajo, los presos comenzaban a subir al estrado. – Mala suerte. ¿No crees?

- Vaya, vaya, el mismísimo Hayate D. Gilgamesh en persona. ¿Al fin te has atrevido a emerger de la cloaca en la que te habías escondido? – Lo soldados alzaron todavía más sus armas al oír el nombre del desconocido, un peligroso pirata en busca y captura, pero el comodoro los tranquilizó. - ¡No disparéis! Tranquilos… Solo estamos charlando.

- Por el momento. Me temo que la charla terminará pronto.

- ¿A qué viene tanta arrogancia, acaso has venido a liberar a tus compañeros? Pobre imbécil… Deberías estar abajo, despidiéndote de ellos, en lugar de perder el tiempo aquí arriba.

- ¿Liberarlos? No… Voy a hacer mucho más que eso. Recuerdas la batalla en Magallanglares, ¿verdad? Tú comandaste uno de los escuadrones principales. Acabaste con la vida de muchos piratas aquella noche, pero debiste haber matado a muchos más. Aquella guerra sembró unas terribles ansias de venganza en muchos corazones. Me gustaría que pudieses presenciar como esa venganza germina hoy, aquí, pero ya estarás muerto cuando eso curra. Adiós, comodoro.

Y en ese momento, sonidos de disparos dispersos se oyeron en la plaza. Hayate echó un vistazo abajo y percibió a los causantes de tal alboroto con ayuda de su Mantra. Conocía bien aquellas presencias. Sieg y Takeo, aquellos dos locos que habían vendido su cordura al diablo a cambio de un poco de droga. Sabía que estarían allí, hacía tiempo que alguien le informaba de cada uno de sus movimientos, pero no por ello se sorprendió menos de sus irresponsables formas de proceder. Ya daba igual, el plan estaba en marcha. Liberarían a Veku y Yamaguchi a pesar de ellos. Volvió a mirar la repugnante cara del comodoro y apretó la empuñadura de su katana. Había llegado la hora de dar el golpe de gracia.

Pero entonces, una enorme explosión hizo retumbar toda la zona. El suelo vibró con violencia, propagando el temblor hacia el palco en el que se encontraban. Abajo, la plataforma se había derrumbado, y una incontrolable nube de humo ascendía en todas direcciones. Aquello no formaba parte de su plan, lo sobrepasaba por mucho. Semejante potencia de fuego… Solo podía ser una persona.

- ¡Seishi!

De pronto, el comodoro golpeó su katana e intentó desequilibrarlo, aprovechando la confusión que aquel inesperado giro de los acontecimientos había provocado en el espadachín.

- ¡Acabad con él! – Los soldados hicieron blanco y dispararon, pero Hayate desenvainó una segunda katana antes de que ningún gatillo fuese apretado. Una onda expansiva combinada con Haki lo rodeó, lanzando a todos los soldados de infantería por los aires. El comodoro resistió, aferrándose al palco gracias a su propio poder, y se preparó para contraatacar. Pero no pudo moverse. Hayate ya se encontraba detrás de él, acariciando su garganta con el filo de su arma.

- ¿Este era tu maravilloso plan? ¿Hacer saltar todo por los aires? JAJAJAJAJAJAJAJA Ninguno de vosotros saldrá de aquí con vida, os aniquilarán antes de que podáis poner un pie lejos de esta plaza. – El comodoro reía, se convulsionaba con violentas carcajadas que tan solo conseguían que el acero se clavase más sobre su piel.

- Shhhh… Nadie va a aniquilarnos hoy, ni siquiera tendréis tiempo de buscarnos. ¿No lo oyes? Es el sonido de centenares de celdas abriéndose al mismo tiempo. ¿Crees que podréis volver a encerrarlos a todos? Yo creo que no…

- ¿Pero qué dic..? – Las palabras del comodoro se ahogaron para dejar paso a un gruñido salvaje, y la sangre cayó a borbotones sobre la plaza.

- Hasta nunca, comodoro. Esto es de parte de los Malditos.

Los Malditos, piratas olvidados, silenciados o dados por muertos aquella noche en Magallanglares. Piratas con ansia de venganza, suicidas que no rendían cuentas a nadie. Hayate los había buscado, reunido. No había sido difícil, pues todos ellos compartían el odio más profundo hacia la Marina y el Gobierno. Durante meses habían trabajado juntos en las sombras, moldeando un gran acto final que infligiese una herida mortal en sus enemigos. La ejecución tan solo les había obligado a adelantar el golpe, pero estaban preparados. De hecho, aquel acto era la distracción perfecta. Habían logrado penetrar en Enies Lobby y allí, donde algunos solo veían un callejón sin salida, los Malditos habían encontrado un ejército. Las celdas habían comenzado a vaciarse y pronto se iniciaría un gran éxodo lleno de violencia.

Hayate imaginó el caos que debía estar iniciándose en el interior de aquellos muros y miró al cielo. La bandera de Yonata relucía con fuerza en el firmamento. Saltó del palco y atravesó la nube de humo. Ya era de hora de volver a reunirse con sus nakamas.

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Mensaje  Veku Jue Dic 29, 2016 3:58 pm

Una nueva esperanza Zvbvvo


La misteriosa figura que había ordenado la ejecución de los dos cautivos de Yonata, permanecía impasible observando todos los acontecimientos desde el cómodo sofá de terciopelo rojo, en el cuartel general de la marina.

Al otro lado de la pantalla, las figuras de Veku y Yamaguchi fueron conducidas al escenario en el que sería ejecutados. Quedaban escasos minutos para que llegase la hora señalada. Aquel hombre se levantó despacio y desconectó el Den Den Mushi holográfico.  Con paso calmado salió de aquella estancia  y un sirviente que esperaba justamente al traspasar el umbral de la puerta, le indicó que los preparativos estaban listos. La reunión podría dar comienzo. Una enorme puerta doble se abrió de par en par haciendo el característico sonido que hacen las puertas viejas y pesadas al abrirse.  En el interior se podían apreciar tres hombres más, ataviados con túnicas y capuchas blancas. El actor principal se acercó a ellos conformando un rombo entre los cuatro. En el centro una mesa de mármol los separaba. Encima de la mesa un documento oficial de la marina  rubricado por tres firmas ininteligibles, en el que sí se podía leer "Protocolo 66". El que parecía ejercer como líder comenzó a hablarles a los otros tres.

-Gracias por venir camaradas.  Sé que en algunos casos el viaje ha sido realmente largo-La severidad con la que hablaba, hacía que la presencia de los otros tres se viese seriamente disminuida-Has traído lo que necesitamos-Le dijo a uno de los tres.

-Sí, mi señor. Aquí lo tiene.

Con algún titubeo depositó sobre la mesa de mármol, dos recipientes completamente cerrados y de color plateado. El líder los cogió con delicadeza y se los guardó en el bolsillo.

-Perfecto. En exactamente dos minutos la ejecución debería llevarse a cabo. Pero nuestros espías nos han dicho que las suposiciones que nos hacíamos sobre el resto de la banda eran completamente ciertas. Por increíble que parezca, aun drogados y con su juicio seriamente perturbado, Siegrain y Takeo han llegado juntos a la plaza de ejecución-Hizo una pausa en la que sonreía irónicamente- Por su parte Dangan Seishi ha atracado en el puerto con el Highwind, ya lo hemos rodeado para evitar su huída. Desconocemos el paradero exacto del francotirador, pero no nos importa demasiado. Por último Hayate ha iniciado su plan de liberar a el resto de presos de la cárcel de Enies Lobby.

-Pero mi señor, no sería mejor acabar con ellos antes de que puedan liberar a sus compañeros.

-¡SILENCIO! El plan está saliendo a la perfección. Están justo donde queríamos que estuviesen. Serán eliminados todos y ante miles de personas que lo están siguiendo por las pantallas. Además el giro final será apasionante ¡MUAHAHAHAHAHA! Será el fin de la piratería por siempre. Un nuevo orden comenzará hoy mismo.

-Sí, mi señor-contestaron los tres al mismo tiempo.

La cuarta firma fue estampada en el documento. Aquel misterioso papel supondría el fin de la piratería para siempre. Pero no solo eso, sino que las libertades de todos los habitantes del planeta se verían seriamente limitadas.

-Ya he enviado a los sujetos sesenta y cuatro y sesenta y cinco. Sé que no salieron como debían, pero estarán escoltados por mis mejores hombres.  Vosotros tres deberéis partir de inmediato para Enies Lobby. Es indispensable que el mundo conozca al nuevo orden mundial.

Los tres asintieron y salieron de allí en diferentes direcciones, aunque con un destino común.  La figura del líder permaneció inmóvil mientras un sirviente se llevaba el documento que los cuatro habían firmado. Aun no se era consciente de las consecuencias que eso podría traer a todo el mundo. Si nadie lo impedía los Yonata morirían en aquel planeta sin apenas conocer el futuro que les esperaba  todo el mundo.

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La aparición de Siegrain y Takeo lo perturbó todo. Los meses de planificación por parte de algúno de los miembros se fueron al traste por el carácter ingobernable de los dos tipos más díscolos de la banda. Por su parte Hayate abrió las puertas del infierno al liberar a los enfurecidos encarcelados de la guerra de Magallanglares.  Acompañado de su peculiar gusto por la pirotecnia, Dangan Seishi añadió una pizca mayor de caos en la plaza de ejecución. Las explosiones  camuflaron la llegada de los presos que avanzaban desde las celdas a la plaza, en busca de los primeros marines a los que destripar. Aunque todo parecía parte del plan de la persona que manejaba los hilos desde el cuartel general de la marina.  Que los Yonata volvieran a estar unidos  suponía la única esperanza para salir de allí con vida. Veku y Yamaguchi sintieron una explosión en sus pies  y notaron como la plataforma se derrumbaba, seguían amordazados pero al menos  ya no estaban en el escenario. Primero sacarlos de allí y luego liberarlos. De ello se ocupó en gran medida Seishi, quien desde la distancia ejecutó un disparo tremendamente poderoso  que golpeó los grilletes  de Kairoseki que  amordazaban al capitán.  Un sonido metálico resonó en  toda la plaza, las miradas de todos los presentes incluidos los Yonata, se volvieron hasta el improvisado y derrumbado escenario de ejecución. Observaron como lentamente la figura de Veku volvía a erguirse a través de la nube de polvo que se generó por culpa de la explosión. A su espalda el aun resplandeciente símbolo de la banda  impregnaba el despejado cielo de Enies Lobby.  El francotirador había cumplido su cometido. Los marines que estaban cerca de los condenados a muerte quisieron abalanzarse contra Veku.  Había que tomar una decisión y debía ser rápido. El capitán no podía sacar de allí a Yamaguchi con los  poderes de su akuma no mi, ya que el  Yakuza seguía amordazado con Kairoseki. Y a tenor de la dificultad con la que se movía y esa sensación de alivio supremo al ser liberado, se trataba de un Kairsoeki puro. Solamente un golpe con el Haki de armadura podría abrir los grilletes. Así que solamente quedaba una opción. Las fuerzas no le acompañaban después de seis largos meses de cautiverio. Pero aun así lo intentaría.


-Ahora nos toca a nosotros, perros de la marina.


Los marines se encontraban a escasos centímetros de Veku, eran un total de tres. El rubio agarró por sus camisas blancas a dos de ellos, al tiempo que golpeaba de un cabezazo la cara del tercero. En el momento que los tres habían sido impactados, fueron teletransportados lo más lejos que sus condiciones actuales les permitían. El consumo de energía casi le hace caer, pero por fortuna mantuvo la entereza. Agarró a Yamaguchi del brazo y comenzó a andar en busca de los primeros hostigadores de la batalla, la extraña pareja Takeo y Sieg. Aun no acostumbrado a su nueva pierna mecánica cortesía de la Marina, la dificultad para andar era evidente. Yamaguchi debilitado por la tortura y sobre todo por el Kairoseki pegado a su cuerpo, provocaban un avance lento y costoso. Sin embargo el plan de Hayate había sido un éxito. Los presos comenzaban a doblegar al poder de la marina, dando el tiempo suficiente a que Veku y Yamaguchi llegaran hasta la altura de Siegrain y Takeo.


-Me alegra veros de nuevo chicos. Pero por dios desactiva esa bomba Takeo, o nos harás saltar a todos por los aires- No era una broma, Veku realmente se había tragado que el médico llevaba una bomba y no un cinturón de salchichas.


La reunión fue mas ajetreada y breve de lo que todos hubieran querido. Pese al dominio inicial  gracias en parte a la sorpresa por parte de los presos liberados. Los refuerzos de la marina no tardaron en llegar a la zona. Muchos presos estaban cayendo a manos de oficiales y soldados y todo ello retransmitido en directo. Cuatro de los seis estaban ya juntos. Pero algo volvió a perturbar el oído de los presentes. Las enormes puertas de Enies Lobby se abrieron de par en par. El grupo de elite enviado para sepultar de una vez por todas a los Yonata había llegado. Desde la lejanía solamente se podían percibir seis imágenes borrosas, dos de ellas  rápidamente desaparecieron de allí.  Las otras cuatro tardaron un poco más en moverse, como una coreografía totalmente preparada.  Aquellos que poseían el haki del mantra podrían comprobar la gran fuerza que poseían. Prácticamente a la par con las de la banda pirata.  Aunque claramente se encontraban en desventaja, tanto Veku como Yamaguchi necesitaban cuidados médicos  y reposo para estar en condiciones de pelear contra aquel grupo de élite de la marina.


-Aquí vienen. Debemos liberar a Yamaguchi, aunque no esté al cien por cien, le necesitamos- Decía el capitán como si él también estuviera en condiciones cuando no era así, pero la Marina había sido especialmente dura con él.

Las cuatro figuras llegaron a la altura de los Yonata. Sus caras eran familiares. Todo había empezado con eso. La guerra en Magallanglares había sido contra ellos.  Que ahora se encontraran en esa situación quizás fuese su culpa.  Comandando al grupo una pequeña niña  que reflejaba en su rostro pura maldad   y estremecía el cuerpo de alguno de los Yonata fue la primera en  hablarles.

- Por mandato del nuevo orden recibiréis muerte aquí mismo, para que todo el mundo pueda verlo. Todo esto que habéis montado  serán en vano.  

Acto seguido el cuerpo de la niña se recubrió de diamante. Las historias de aquel joven miembro de CP9 había corrido como la pólvora después de la guerra en Magallanglares. Su nombre era Kiri Ei, pero era más conocida como la niña diamante. Sin tiempo de reacción y con una velocidad superior a la vista en Magallanglares, la niña se lanzó a por Sieg  y lo agarró de sus vestimentas para con una potente zancada dar un salto hasta Hayate, que en esos momentos recorría el trayecto desde el palco en el que había asesinado al comodoro  hasta la posición de sus amigos. Sieg y Hayate, que había tenido una terrible disputa se encontraban ahora delante de un adversario común, que los miraba con indiferencia.

-¿Quién de vosotros quiere morir primero?

Mientras donde Takeo Yamaguchi y Veku había quedado, tres rostros también conocidos les hacían frente. Draco Baratheon, miembro de la marina de más de dos metros capaz de moverse como una bailarina, quien ya había sido vencido por Veku en Magallanglares.  Toruma Alzquin, un conocido cazarrecompensas que se había decido unirse al nuevo orden mundial comandado por la marina. El usuario de la Suna suna no mi, ya había sido el rival de Yamaguchi en la guerra. Por último alguien que no habían visto en persona, pero del que seguro había oído hablar uno de los mandamases de la marina, Beliar Beihn. Su crueldad y su extraño cuerpo robótico era el título principal de las más oscuras historias que se contaban en los lugares más recónditos del mundo. Takeo junto a unos mermados Yamaguchi y Veku debían hacer frente a esos tres tipos, que en incluso en condiciones normales, no tendrían todas las de ganar. Pero antes debían liberar a la bestia.


-Takeo, Yama, preparaos  esto no será fácil- Dijo Veku mientras dirigía su mirada hacia la azotea de la que había venido el disparo de Seishi- ¡SEISHI LIBÉRALO!




Nada se  escuchó ¿Que había pasado? Aquel era un tiro sencillo, no había una explicación lógica para que Seishi no efectuara ese disparo. De él dependía que Yamaguchi pudiese ser liberado, a no ser que Takeo tuvira algún plan ingenioso, algo difícil de predecir. Pero el navegante de la banda, tenía un buen motivo para no haber disparado su rifle. Las dos sombras que acompañaban al cuerpo de élite se presentaron en la azotea en la que se encontraba apostado. La sorpresa fue mayúscula, una imagen imposible, algo que no creía volver a ver jamás. En frente de Seishi se encontraban Kiros y Ward antiguos compañeros del navegante en su paso por la marina. En otro tiempo desaparecidos y ahora justo delante  de él.


-Dangan Seishi, por mandato de la nueva orden mundial morirás aquí y ahora- dijo Kiros. La mirada de ambos no desprendía ningún tipo de humanidad.
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Mensaje  Takeo Jue Ene 05, 2017 11:45 am

Las olas en silencio. Un barco. Aullidos que se escuchan solo en la lejanía. Cinco sombras. Ya es la hora. El cambio ha llegado.


Seré franco (algo que gusta mucho en este país: Franco). Takeo estaba un poco mosqueado porque tenía los labios secos. El frío, el viento… Ambos habían azotado su cruel látigo contra esa piel rojiza y no tenía ningún remedio a base de cacao cerca. Lo más parecido que traía en su siempre imprescindible botiquín de infinitos bolsillos era una crema para las hemorroides, pero no estaba seguro ni de su supuesto efecto narcótico cuando te lo metías por el culo ni de poder relajar su piel labial. Era algo bastante molesto, imaginad la escena: un tío con una bomba falsa, un pote de kétchup como detonador y una lengua que, constantemente, intenta remojar la piel agrietada. Y lo consigue, claro (¡después de todo, no es tan difícil!), pero al poco se vuelven a secar… Y es entonces cuando ocurre.

Una breve gota se desliza por la cóncava nariz del médico. Poco a poco, como Fernando Alonso cuando se juega un mundial, y sin ninguna prisa. Brilla. Algún rayo rebelde se filtra entre las nubes y hace creer a los demás que la gota de sudor es blanca; que es amarilla… Que es un espejo. Pero es demasiado pequeña. Nadie puede ver a través de ella, como tampoco nadie puede acariciar su cuerpo (sus labios, su cuello: besar y querer en sí esa mísera gota de agua) ni descubrir los reflejos. Si alguien, por lo que fuese, lograse ver en ella lo que Narciso fue incapaz, descubriría trazas de miedo, miseria y recelo. Recuerdos.

Habían conseguido llamar la atención de la marina. Veku y Yamaguchi abandonaron el patíbulo y unas luces formaron una imagen harto familiar. Las voces y los gritos anunciaban noticias para las que ni siquiera Takeo estaba preparado, pero no por eso dejó de actuar del mismo modo. Armado con sus flautas y falso detonador, compartió camino con Sieg para liberar a su tripulación. Mientras, Seishi había empezado su asquerosa tarea de francotirador y Hayate, en un plan que podría haber presentado unos cuantos años antes, liberó a demás reos. No es suficiente… El Yamanaka, como todos los presentes, estaba igual de intrigado por el alboroto que se estaba formando. Hasta donde él sabía, cualquier loco podría haber tirado unos petardos y liberado a unos reos. No había visto ni a Hayate ni a Seishi… Ni siquiera sospechaba que podían estar allí. Pero el caos le era beneficioso, especialmente ahora que estaba en el punto de mira.

El plan de la bomba había conseguido lo que Takeo pretendía: asustar. Parte de la multitud huyó de miedo al creer que había alguien tan tonto como para autoinmolarse, pero otros decidieron permanecer allí. Los más avispados -no estaba Veku entre ellos- ya descubrieron la treta, así que el Yamanaka decidió lanzar el falso detonador contra la cabeza de alguien (concretamente, contra la de Sieg). Si bien es cierto que un pote de kétchup siempre es útil en tanto que arma cegadora, ahora mismo sólo ocupaba espacio inútil.


-Algo me dice que estamos jodidos… -habían pasado varias cosas. Los marines, no contentos con que les tumbasen la fiesta, decidieron intervenir. Diversos personajes que parecían querer protagonismo hicieron acto de presencia. Parecían oficiales más o menos famosos, pero Takeo sólo reconoció a uno…. Y no le gustó. - Esta pa’ ti.

No hizo falta que Sieg escuchase aquello. La niña diamante saltó hacia el tirador con la pistola con menos alcance de la historia, dejando así a Takeo a merced de otros tres de los que no sabía nada… Claro que tampoco ellos de él. En su estelar evolución piratil, y especialmente desde que tomó su akuma, el Yamanaka jamás había mostrado su poder en público. Nadie que supiese de su invisibilidad (si exceptuamos sus compañeros) podía encontrarse en el exclusivo club de los vivos. El truco estaba en… Bueno, en ser invisible. Nadie puede ver lo que no puede ver y Takeo no era tan tonto como para desaparecer delante de la peña porque sí (y los demás no eran tan listos como para darse cuenta al segundo cero que si alguien se escondía entre la maleza y luego nadie lo encontraba es que, evidentemente, podía hacerse invisible).

-Dime que vas a poder luchar… -Veku estaba para el arrastre y Yamaguchi… Bueno, también. Takeo no podría enfrentarse solo contra tres marines de alto rango, con lo que la opción de huir y salvar la vida iba ganando puntos. Solo que…- Vaya. Esto no me lo esperaba.

Sonrió. El viento había cambiado, el sol se había levantado y las putas, después de varios años de sequedad vaginal, consiguieron volver a humedecerse. Ocurrió un milagro cuyo origen, con tal de dar pie a la especulación, nos remontaremos más adelante (tan adelante que será otro día, no hoy; y en otro mensaje, no en este). Lo importante es que una gaviota, blanca, sobrevoló el cielo azul. Fue un detalle, algo muy pequeño, como la extraña “v” que se forma cuando se quiere dibujar ese animal volando a lo lejos. Imaginad, por ejemplo, la supuesta gaviota que corona el logo del Partido Popular. Eso es lo que vio Takeo volar: un puto pájaro blanco en un fondo azul. La señal. Y por si no fuese poco, también se pudo escuchar esa canción de fondo.


Y de pronto, aparecieron. De entre el tumulto, ataviados con capas negras, fueron cinco los que se unieron en la contienda. Pero no eran marines. No eran cazarrecompensas. No eran catedráticos de química, siquiera de literatura. Eran…

-Mis refuerzos. -Se permitió el lujo de sonreír a Veku y Yamaguchi, en un claro intento de alardear de su gran idea de traer a gente para que les ayudaran-. Antes de unirme a Yonata digamos que… Ayudaba a saquear islas e islas juntos a ellos. O me ayudaban ellos a mí, vaya… Yo era su capitán aunque, oficialmente, me llamaban “El Presidente”.


Eran cinco. Cuatro hombres y una mujer. Si esto fuese una película, ahora se verían cuatro o cinco segundos de cada uno de ellos peleando. Tras eso se congelaría la pantalla y mostraría una imagen épica y saldría el nombre del protagonista debajo en una fuente que no es ni Times New Roman ni Arial Black (quizás Garamond, pero todos sabemos que no hay que abusar de ella). Intentaremos hacer algo parecido, y con tal de que no nos acusen de una actitud heteriopatriarcal por incluir solo una mujer y no cumplir con las cuotas estipuladas, empezaremos hablando de ella. De Dayz. Sí, de esa rubia espectacular tan sexy como Leticia Sabater… Lo suficientemente ágil como para evitar cualquier ataque y lo suficiente puta como para… Bueno, para hacer de puta. Su arma favorita eran los cuchillos, y cual destripador, utilizaba su velocidad para clavárselo a la espalda de los demás (imagen congelada y aparece en grande S. DAYZ, “La acuchilladora”). Cambio de plano, rápido. Pasamos de esa rubia espectacular a un hombre… ¿Atractivo? Quizás sea metrosexual porque parece gilipollas. Aparentemente no lleva consigo ninguna arma más que su oratoria, dado que se acerca a los demás con las manos en alto (típico gesto de “calmaros, calmaros”) y dice cosas bucólicas y utópicas:

-Por favor, señores, un poco de sensatez. Tenemos que poneros todos de acuerdo, tenemos que pactar… Si no, ¡ese engendro os matará! -aparece en primer plano un tío con el pelo largo y cara de mala hostia, pero es sólo un segundo, ya que no tardamos a volver a ver al tío anterior-. Es importante llegar a acuerdos. Yo al principio dije que no quería estar con gente como esta, que no representaban el cambio, pero al final me uní a ellos. ¿Por qué no vosotros?

Pero no les da tiempo a reaccionar, a decir nada. Los marines de relleno se lo miran con incredulidad… Y será lo único que verán. Debajo de su capa, el tipo saca unas bolas naranjas que lanza contra ellos… Y que explotan. Eran naranjas (naranjas bomba). Ahora, letras: A. RUISSEAU, “El Artificiero”).

La cámara vuelve a enfocar al tío de pelo largo y coleta, de bigote y barba en forma de candado a lo Walter White y con camisa arremangada más que ropa de combate. Él, a diferencia de Ruisseau, podemos decir que le gusta más el ataque directo. Podemos decir, y podemos equivocarnos en ello, que nunca baja la guardia. Cuando está en la cama no es que esconda una pistola debajo de la almohada, sino que tiene cuatro o cinco granadas. Y cuando está levantado, cuando tiene que combatir, podemos decir que va con una motosierra para descuartizar a sus enemigos. El arma, antigua reliquia familiar de un largo linaje de jardineros, se ha convertido en un símbolo que nadie sabe muy bien qué significa. Pero saben que es peligroso, tal y como muestran las imágenes: corre, raudo y veloz, a decapitar a un stormtrooper cualquiera. A otro, le clava la motosierra en el estómago y le saca todas las tripas. Es todo un artista. P. KIRCHE, “El Podador”.

Ahora, el plano descansa en un hombre que no se ha movido en ningún momento (cualquiera diría que ha estado allí antes de que el big bang creara el universo). Es alto y con el pelo corto y a ratos grisáceo. Lleva gafas puestas y otras de recambio porque nunca se sabe. Viste bien, caro. Sus bolsillos están llenos de tijeras, pero nadie lo sabe. Él está quieto, como el tío de los Simpsons. No se mueve, siquiera pestañea. Todo está quieto. SEA’ANDANUS R., “El Destructor”.

Y falta el último. Hasta ahora tenemos una loca que clava cuchillos por la espalda, un tío que dice querer dialogar pero que luego lo hace estallar todo (y chupa cualquier rabo, pero esa es otra cosa), otro que poda tripas y uno que está muy quieto sin hacer nada… Falta, en esa extraña tripulación antaño comandada por Takeo, un segundo de abordo. Es un hombre mayor, aunque aparenta muchos más. Tiene esa edad en la que ya es imposible acercarse en el número de años y de la que sabes que, como mínimo, tendrá 100 años (exactamente, 124… El último cumplido el pasado 4 de diciembre). Pero está en forma. Jamás le han derrotado y sigue vivo dando por culo (en algunos casos, de forma literal). Viste ropas grises para marcar que es de otra época y su estúpido bigotillo sigue pareciendo una mancha de café. Su secreto, quizás, es haber hecho un pacto con el diablo. A cambio de las almas que había en toda una isla entera, consiguió su poder. No podría morir por el paso de los años y su cuerpo siempre permanecería exactamente igual… Más o menos. Si alguien le clavaba una espada en el pecho, vería que no latía corazón alguno. No había pulmones que poder perforar. Todo él, en su interior, era una caja vacía que se limitaba a morir (y a matar). Ese era el extraño poder de la akuma que había tomado: Ser un fantasma corpóreo. Podían vencerlo, claro, pero para eso había que descuartizarlo… Y eso significaba acercarse a él. Sí, a él, que tenía dos katanas y sentía cierto gusto macabro por el asesinato y la tortura (a veces, con tal de terminar antes, se limitaba a fusilar a la peña con una pistola que le había regalado Ruisseau, su hijo). La gente le creía muerto, pero él seguía vivo. Jamás moriría… A diferencia de ese marine con gorra blanca, que perdió la cabeza por ser el que más cerca estaba de él. Musiquita y letras: F. FRANK, “El Inmortal”.


-Decidme… ¿Os gustan mis amigos?- Sus antiguos compañeros se acercaron a los tres yonata. Formaron cierto coro a su alrededor, también dispuestos a combatir y dar todo lo que hiciese falta para derrotar a la marina. Estaban con ellos... Y Takeo estaba con sus compañeros. No parecían estar en forma, así que procuró a los dos unos analgésicos para que pudieran luchar. La droga siempre es la mejor solución.

Cuando los demás formaron un coro a su alrededor, cuando había demasiado gente junta para fijarse en uno que estaba en el centro... Cuando todos se movieron a velocidad suficiente como para no poder fijarse en un punto concreto, Takeo se volvió invisible. Pero no atacó. Not yet.
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Mensaje  Seishi Lun Ene 09, 2017 1:02 pm

Ennies Lobby
Seishi Dangan| Moomba
La locura y el caos se apoderan de aquella plaza. Los distintos miembros de Yonata ponen en marcha sus planes de manera independiente, lo cual termina formando una revolución que aparentemente nadie se esperaba. Entre el alboroto producido por los dos locos necios, las explosiones preparadas por el francotirador y la revolución que había iniciado el espadachín al haber liberado a aquellos prisioneros, las cosas parecían que podían tener un buen final. Veku ya había sido liberado, ahora seguro que sus compañeros se encargarian de... No, no lo hacían. Yamaguchi seguía igual de encadenado.

-"¿Ninguno de ellos podría haberse esforzado aunque fuera un poquito? ¿Tengo que hacerlo todo yo?"

Tras un suspiro empieza a apuntar a los grilletes que limitaban el movimiento de las piernas del berserker. Está a punto de disparar, siguiendo lo que parecía ser una orden del capitán (a aquella distancia no estaba del todo de si había dicho algo). Estaba a punto de apretar el gatillo cunado una voz tras él le hiela la sangre y le deja paralizado durante unos instantes.


-Dangan Seishi, por mandato de la nueva orden mundial morirás aquí y ahora.

-"Esa voz... no puede ser."

Era imposible, y darse la vuelta no ayudó a que aquello le pareciera más real. Frente a él se encontraban sus antiguos compañeros Kiros y Ward. Sus amigos de la infancia. Aquellos que murieron durante una misión y que le llevaron a abandonar la Marina. Sus muertes habían sido el comienzo de todo su viaje. El desencadenante. Pero ahora se encontraban frente a él, de pie, vivos. O en un estado similar. El tono de voz y la expresión de sus rostros eran demasiado fríos, ausentes de cualquier rastro de humanidad.


-¿Chicos? Pensaba que...

La sonrisa de él se desvanece. Definitivamente había algo extraño. Además le acababan de amenazar de muerte, así que no podía relajarse sin más. Genial, el nuevo orden mundial le quería muerto. Que estupenda forma de empezar la mañana. ¿Dónde quedaron los días en los que se intentaba capturar con vida a los piratas? ¡Que había sido compañero, coño!

Se levanta con cuidado, sin hacer ningún movimiento brusco. Los tiene a ambos de frente. Recuerda sus estilos de combate, pues durante años había combatido a su lado. Afortunadamente si mantenía la distancia estaría a salvo. Lo que no le gustaba para nada es mantener un 2 contra 1. Mucho menos contra gente a la que apreciaba. El rifle se mantiene con el cañón apuntando al suelo.


-¿Qué pasa? ¿Ya ni os invitais a una cerveza después de tanto tiempo? Está bien... ¿Y si pago yo?

Intentaba resultar gracioso para ver si reaccionaban de alguna forma, pero algo le decía que no iba a surtir efecto. Sus ojos se mantienen fijos en ambos, por si acaso se mueven, aunque su mente sigue distraida por el sonido de las explosiones y de la batalla que estaba teniendo lugar en otro lugar, a unos 800 metros de allí. Si nadie hacía nada, Yamaguchi seguiría preso incapaz de colaborar con todo su potencial en una batalla campal que requeriría de sus habilidades.

-¿Me dais un segundito? Enseguida vuelvo.

Les guiña un ojo antes de desvanecerse de manera fugaz, cual haz de luz. Sale corriendo en dirección a sus camaradas para recortar la distancia que les separa. Definitivamente en aquel momento, la distancia era un problema que le perjudicaba. Quedaba demasiado expuesto. Desconocía cuan buenos se habrían vueltos sus antiguos amigos, pero tácticamente era absurdo quedarse tan lejos de cualquier tipo de ayuda o refuerzo.
Corre por las azoteas, pretendiendo que con aquel desplazamiento haberles sacado unos instantes de ventaja a sus perseguidores. Era todo lo que necesitaba. Todo lo que les había pedido. Flexiona las rodillas antes de dar un salto con un giro inusual de tobillo. Eso activa un mecanismo en sus botas que libera una explosión controlada a sus pies. Seishi se eleva en el aire a una altura insólita. Aprovecha aquella posición para buscar de nuevo a Yamaguchi con la mira de su rifle.

-"¡Bingo!"

Concentra de nuevo su Haki en el rifle, disparando de nuevo un proyectil de aquella extraña energía contra uno de los grilletes que apresaban al yonata. Luego empieza a caer, dándose la vuelta para ver que hacían Kiros y Ward.

-"Y ahora a ver como me hago cargo de vosotros..."

 


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Mensaje  Sieg Jue Ene 19, 2017 12:36 pm

En la última transmisión, Sieg se había encargado de dejar claro a los marines que Yonata no había muerto, o por lo menos que Takeo y él seguían igual de locos. Ya que uno tiene que ser un puto tarado para meterte en aquella plaza de ejecución con un plan absurdo y liarte a tiros. Cuando estaba amenazando al verdugo, su médico particular hizo la aparición estelar, armado con un chaleco hecho de salchichas y un bote de kétchup como detonador, estaban convencidos de que lograrían someter al gobierno, o por lo menos que liberaran a Veku y a Yama, su cuenta de Instagram necesitaba un impulso y nada mejor que posturear de ese modo. Como fuera, una vez que él disparaba y Takeo apuñalaba con flautas ya no había marcha atrás, así que solo quedaba rescatar a los nakamas y largarse de ahí, pero todo podía complicarse un poco más. La plataforma de ejecución se vino abajo por la acción de unos instrumentos que conocía, o creía conocer, pues cuando inicio la civil war, estuvo atrapado por algunos de ellos. Pero ni así lograron acabar con su carisma innato. El preciso disparo que rompió los grilletes de Yamaguchi fue la gota que colmó el vaso, Seishi también había acudido... Sieg se giró hacia la dirección de la que venía el disparo y realizó una peineta, esperando que la fea de cara de Seishi pudiera verlo en primer plano, pronunció unas palabras, por si también leía los labios.

-Hola capullo...

El Jolly de Yonata apareció como fuegos artificiales, gracias Seishi, ahora el plan maestro de iba a tomar por culo gracias a eso, delatados por completo por el tirador. Si es que era un capullo. Entonces Veku apareció junto a ellos, cargando al musculoso cocinero, ambos con un aspecto lamentable, si Sieg pudiera llorar lo hubiera hecho. Pero no podía, cirugía estética. -Te veo horrible capitán, espero que todavía puedas partir caras como antes. -Aquello era un "Hola, te añoré, casémonos" en idioma Sieg. Suspiró cansado, cargando un par de balas explosivas dentro de Judgment y dirigiéndose al gigante nada amable. -Tápate los ojos hermoso, van a saltar chispas entre nosotros- De un par de disparos acabó con la tarea que había iniciado Seishi, obviamente era él quien tenía que sacarles las castañas del fuego y rematar lo que el otro tirador no podía acabar. Con Yamaguchi libre de sus ataduras, aquello iba a ponerse más divertido, así que después de tanto tiempo solo se limitó a darle un consejo, o algo así. - Y ahora Yama... ¡Aplasta! -Siempre había querido decir aquello y, tras esquivar el "detonador" que Takeo le había lanzado, se fijó en que aquel lugar se había puesto a tope de gente que también se acopló a matar marines, mostrando una expresión de disgusto.

-¿Pero qué es esto? ¡¿El día del espontáneo?! -Lanzó un par de tiros al aire- ¡Yonata rules, bitches! -Ahora gritaba en idioma, igual se había pasado con las cervecitas. O es que oler la presencia de su mayor enemigo en el mundo después del cáncer, Hayate, le había puesto de mala leche.

Y como atraídos por su carisma y sus balas, cuatro figuras se plantaron frente a ellos capitaneados por una especie de niña, o una persona muy bajita y con cara de mala leche que bueno, decía algo sobre que iba a matarlos. Sieg ató cabos y dedujo que era la niña que les había partido el culo en Magallanglares, así que dio un par de pasos al frente y se dirigió a ella, pasando de los otros tres maromos con los que viajaba. -Así que tu eres la famosa niña del diamante... ¡¿Por qué no mataste a Hayate?! Me hubieras ahorrado trabajo, puta de mierda.

Automáticamente se cubrió de diamante dando sentido a su teoría y empezando los problemas para el pistolero, pues le agarró de la pechera y sin que éste pudiera reaccionar se lo llevó de un salto a otro lado, haciéndole perder el cigarrillo en el proceso. -¡Oye oye! ¡Mi piti!- Un crimen imperdonable y que iba a encargarse de hacerle pagar en su momento, pero de momento era ella la que vacilaba mientras Sieg se levantaba del duro suelo en el que había aterrizado, sacudiéndose el polvo mientras seguía insultándola. -Puta niña de los cojones... Voy a hacer que desees haber ido con Takeo. ¡¿Y a quién coño le hablas?! ¡Aquí estoy yo solo, yo y mis cojones!

Error. No tardó en ver aparecer a Hayate entre el humo, caminando relajadamente intentando hacer una entrada cool y robarle protagonismo al sucio y ligeramente achispado Sieg. Que reaccionó igual que con Seishi, realizando una visible peineta en dirección a Hayate, sin decir nada, siguiéndole con el dedo hasta que el espadachín estuvo cerca de él, tan feo como recordaba. Ahora la niña había pasado a un segundo plano y su ira alcoholizada se centraba en Hayate, como le odiaba... - Gayate... Al final tuviste que arrastrar tu feo culo al campo de batalla... -Bajó la peineta y escupió cerca de sus botas una mezcla entre sangre y mocos, estaba un poco jodido por dentro - No te necesito para destrozar a ésta cosa, he estado estudiando y preparándome para éste momento. Y puta, respondiendo a tu pregunta, éste marica tiene ganas de morir así que rájale un poco mientras os disparo, te parece?

Entonces pareció cambiar de opinión y se giró a la cosa diamante, mirándola con asco y decidiéndose a matarla. Si, era complicado con sus cambios de humor, había estado viviendo con Takeo y eso obviamente crea problemas psicológicos y deja algo de poso para toda la vida. Sin mediar palabra, apretó el gatillo 6 veces, vaciando un cargador entero de balas explosivas sobre ese monstruo asexuado con la esperanza de poder destrozar o por lo menos resquebrajar parte de esa cobertura de diamante. Era la conclusión a la que había llegado estudiando la ecuación de  Scharzchild, las explosiones en los puntos adecuados podrían joder su estructura molecular. Bah, como si supiera de lo que estaba hablando, solo quería explotarle cosas encima a ver si reventaba su cobertura. -Cambié de idea. -Se giró hacia su ex compañero para ver si le hacía caso o seguía siendo un capullo- Matemos a ésta cosa y luego ajustemos cuentas, si he ablandado su cobertura sería un detalle que la cortaras por la mitad. -Se quedó recargando mientras esperaba a que se despejara el humillo provocado por las explosiones, qué mierda, ahora tenía que trabajar con Hayate.-

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Mensaje  Kanbei Vie Ene 20, 2017 2:41 pm

La situación en la que se encontraba Veku y él era desesperada pero no por ello dejaría de ser un cretino con estilo, no, incluso cuando le separasen la cabeza del resto del cuerpo trataria de quedar con una sonrisa de me puedes besar lo que me dejé en la otra parte. La gente seguía lamentándose de lo que iba a ocurrir, se llegaba a oír como increpaban a los marines. Yamaguchi no entendía por qué actuaban de esa manera, para él ellos eran insignificantes y los sacrificaría a todos por librarse de la condena.  Sin embargo no estaba mal irse a muerte-villa como una estrella famosa.

- ¡Menos lloros y más acción! Niño feo, muerde a ese marine.

No le oían, lastima se habría reido viendo la escena. Pero como en una peli de acción, algunos miembros de Yonata se descubrieron entre la multitud, deus ex machina, y comenzaron a liarla. Los grilletes de Veku estallaron con un fuerte estruendo, no sabía donde estaba pero no podía ser otro que Seishi el que acertara un disparo así. Aprovechando el desconcierto y que el verdugo estaba distraído, Yamguchi se puso en pie y levantó los brazos para que Seishi también le liberase de los grilletes que impedían usar sus poderes debilitándolo pero no ocurrió nada. Miró a su alrededor intentando distinguir al francotirador de la banda pero no lo veía.

- ¡Qué mamón! ¡Ya veo que quieres más a mamá que a papá!

Veku ya bajaba el cadalso para reunirse con el resto de la banda así que Yamaguchi le siguió dando pasos muy cortos y rápidos a causa de los grilletes. Ver a un gigante de ciento cincuenta kilos de músculo moverse así era hilarante. Ya reunidos no hubo tiempo para emotivos reencuentros, Yamaguchi se limitó a increparlos.

- Habéis tardado mucho en hacernos una visita. Ni siquiera una postal.

Los grilletes de los pies se hicieron añicos de improviso, no lo esperaba y soltó una maldición. Luego Siegrain se ocupó de los de las manos. Mejor así porque si no se habría tenido que descolluntar los pulgares y no era agradable. Cuando Sieg le incitó a machacar a los responsables de su infame estado físico, se activó un impulsó que creía haber perdido entre meses de tortura y privaciones, sintió algo en cada una de las células del cuerpo que le gritaban a hacer algo. Fue entonces cuando aparecieron los antagonistas y se repartieron las parejas de baile. Veku y Takeo seguían junto a él pero también tres tipos de los cuales solo conocía al barbudo.

- No jodas. Me va a tocar la más peluda.- Se palpó el pecho con un gesto intuitivo buscando un paquete de tabaco, tardó varios segundos en darse cuenta de que seguía vistiendo el uniforme de preso. - ¡Ains! En fin,  tengo que desperezarme que estoy algo oxidado. - Yamaguchi se estira como si se hubiera levantado de la siesta y mira hacia el lado en el que Hayate y Sieg se encaran con un enano brillate, luego baja los brazos y los mantiene tensos apuntando al suelo. Tres brazos salen de la espalda de Beliar, Toruma y Draco e inmediatamente después les tiran fuertemente hacia arriba de las gomas de los calzoncillos. En la parte alejada, donde está la niña diamante, el brazo le toca a ésta con un dedo en su hombro adiamantado llamándole la atención. Luego señala a la izquierda, derecha, arriba, abajo y finalmente le da una patada en su brillante trasero.

- ¡Oh sí! Cuánto lo echaba de menos. ¡Hiahiahiahia!

Dice Yamaguchi regodeándose en su recién recuperada akuma no mi.


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